Entrevista realizada a Mariela Alejandra Giovanini. Hija única de Omar Renaldo Giovanini. Nacida el 14 de marzo de 1975.
Omar era oriundo de La Playosa, provincia de Córdoba. Era el menor de 14 hermanos. Fue huérfano de padre teniendo meses de vida. A sus diez años, cuando su madre quedó sola con los 14 hijos, se fue a vivir a Córdoba capital, cerca de uno de sus hermanos. Su madre convence a Omar para entrar a la escuela primaria del Liceo Militar, con 13 años, ya que era gratuito.
Mariela nos cuenta que en el año 1980, sus padres biológicos, la dejan en la puerta de la casa de Omar Giovanini con un bolsito. “Así me dejaron”. “Así me recibieron”. Argumenta desconocer por qué razón sus progenitores eligieron esa familia para que la recibieran, al mismo tiempo que agradece que haya sido allí y no en otra casa. Agrega que transitar el proceso de adopción conlleva muchos trámites, incluso descartar que fuera una niña apropiada. Nos detalla que en aquel entonces se manejaban las tutelas provisorias y las tutelas permanentes en los procesos de adopción. Para hacer los seguimientos en Bs. As. la dejaban internada en los patronatos por 24 hs. y cuando vinieron a vivir al Valle, iba sola al juzgado, una vez por año. Ella estuvo en tutela provisoria hasta los 15 años y a partir de esa fecha, en tutela permanente.
Mariela pasa a apellidarse Giovanini recién a sus 20 años, decisión que toma como regalo de cumpleaños para su padre. Hasta el 14 de marzo de 1995 se apellidó Molina y a partir del día siguiente, pasó a ser Giovanini. Relata que su padre le decía que ella siempre iba a ser su hija, pero la opción del cambio de apellido iba a ser una decisión librada a su voluntad y no por imposición.
Nos aclara que para el año 1982, cuando se inicia el conflicto en Malvinas, hacía un año y medio que ella vivía con ellos, en plena adaptación a su adopción.
Mariela recuerda que cuando Omar era militar se mudaban cada tres años. El último lugar donde vivieron fue en el partido de San Miguel, provincia de Bs.As. En el Batallón 601 de Comunicaciones de Campo de Mayo.
Omar se fue a Malvinas el 02 de marzo y allá pasó el cumpleaños de su esposa (8 de marzo) y el personal (21 de marzo). Alude que lo enviaron a Malvinas porque era Técnico en Electrónica y Comunicaciones de aviación y tierra.
Partió a Malvinas con sus seis compañeros de hangar del Batallón para armar un sistema de comunicaciones. A su familia se lo informaron a través de un telegrama. Nos precisa que cuando su padre se comunicó telefónicamente con su madre informando la situación, a su madre le produjo un ataque de presión, que requirió internación hospitalaria.
Exclama… “Después … fue pregonar y rezar a Dios cada vez que llegaba un soldado que les venía a contar algo”.
La ausencia de Omar la padecieron mucho en el seno familiar porque él partió antes que se anunciara el comienzo de la guerra y volvió después de su finalización. Regresó el 30 de junio, cuando ella tenía 7 años de edad. Ese día lo describe como “terrorífico”. No lo reconocieron. Creyeron que era un soldado que venía a darles el informe de situación, como lo hacían semanalmente, acercándo un telegrama escrito por ellos. Pronuncia…
“Llegó con 47 kilos menos”. “Le quedaba grande el casco, le quedaba grande todo”.
Su madre, en aquel entonces era enfermera ayudante en la base. Trabajo que desempeñó como colaboradora, por muchos años.
El grupo de telecomunicaciones, que conformaba su padre, viajó completo desde Campo de Mayo y volvió la mitad. Dentro de esa mitad estaba Omar.
Recuerda que su padre, después de la guerra, en una sola oportunidad les propuso que le hicieran preguntas para sacarse las dudas sobre el suceso de Malvinas porque después tenía decidido no hablar más sobre ese tiempo.
Al respecto cuenta que su padre supo decirles que “a ellos no les mandaban comida y no les daban de comer”, que gracias a los ingleses comieron comida caliente, supieron lo que era bañarse, cambiarse con ropa limpia y dormir sobre una colchoneta. Motivos por los cuales, su padre estaba muy enojado con el ejército. Sintió que los llevaron y los dejaron abandonados.
Mariela dice que de lo recaudado en las colectas que se supieron hacer en Bs. As., el sector donde estuvo su padre, no recibió nada. Supo decir su padre que “los ingleses les dejaban los jeep rotos para que no los usaran, pero con comida adentro y mantas”, para alimentarse y abrigarse.
Rememora que al principio, recibía el periódico informativo del ejército de los excombatientes, hasta que en la portada de uno de ellos salió la fotografía de uno de sus amigos que no volvió con vida. Allí, dio de baja su suscripción al periódico y no los recibió más. Argumenta que de los 7 amigos que fueron, volvieron dos, siendo los que se quedaron, según dichos del padre: fueron sus “hermanos del alma”.
Luego del conflicto, en su casa no recibieron ninguna información, estaba prohibido hablar de ese tema, describe que él estaba muy enojado. El dolor y resentimiento con el ejército hicieron que su padre “Nunca quisiera saber nada”.
Relata que desde el año 1983 comenzaron a venir al Valle sistemáticamente, veranos e inviernos, para veranear. Posteriormente compraron una casa en Cura Brochero y en el año 1987 Omar pidió el retiro para que ella pudiera iniciar el secundario allí. Finalmente, el retiro le salió en el año 1989 cuando era Suboficial Principal. Puso su casa de Paso del Rey en venta y a los tres días de venderla “llegó el camión con la mudanza al Valle”. En el año 1991 se vinieron definitivamente. Mariela manifiesta que, allí fue cuando hizo definitivamente “el destierro de su carrera militar”.
Relata que todo lo que recibía desde Bs. As. en referencia a su carrera militar (diploma, platos, medallas…) lo devolvió. Omar nunca los guardó. Actualmente ella, guarda sus reconocimientos por sus hijos y nietos. Entre sus pertenencias guarda su arma con la tarjeta de portación, reliquia que atesora gracias a haber realizado el trámite en el ReNar de Villa María. Nos muestra también fotos de su padre en Malvinas con su grupo de compañeros.
Nos cuenta que accedió a la entrevista a pedido de su hija, no porque se negara a hacerlo, sino por continuar la voluntad de su padre, a quien “no le interesaba que la gente supiera que él había sido excombatiente”. Incluso tiene pendiente, con la misma línea argumental, el cambio del nombre de su padre en los listados del Ministerios de Defensa de la Nación quien hasta la fecha continúa mal escrito: “Omar Víctor”, cuando su segundo nombre es Renaldo.
Mariela lo define como una persona muy querida y reconocida en la zona. Ella sostiene que “Es un referente”. Manifiesta: “Vos decís el apellido de mi papá y todo el mundo lo tiene allá arriba. Lo adoran a mi viejo”. Lo define como un militar retirado que ejercía como docente y que nunca se hizo conocer como excombatiente. Llegó a ser Director del colegio Cristo Obrero y en alusión expresa “dicen que fue la mejor época del colegio”. Nos cuenta que entre la gente que lo reconoce están aquellos que el padre iba a buscar personalmente a sus casas cuando dejaban de estudiar y los que siguieron la carrera militar por identificarse con él. Además de haber sido quien creó la asociación scout en la zona, su familia estuvo muy comprometida con la causa del Cura, con el colegio, el museo y la casa parroquial. Fueron muy amigos del padre Donato y del padre Ricoti.
Como hija manifiesta no haber recibido jamás un chirlo, que el peor castigo que recibía era cuando él no le hablaba por dos o tres días. Describe que le permitieron vincularse con su madre biológica cuando reapareció para saber cómo estaba ella. Destaca que su madre (Raquel Gallardo) y padre (Omar Giovanini) fueron transparentes y abiertos. Le permitieron pasar tiempo con su madre biológica, incluso llegar a convivir cuando ella lo necesitaba. Luego de un año, volvió porque los extrañaba. Esa situación le permitió conocer a sus hermanos por parte de madre. Actualmente detalla que no volvió a vincularse con su madre biológica desde sus 16 años, por no sentir necesidad, pero sí con su padre biológico, con quien mantiene muy buena relación a pesar de reconocer que no pudo cuidarla por tener adicción al alcohol. Reiteró que agradece a Dios que la hayan dejado en la puerta de la casa de la familia Giovanini.
Mariela cuando termina el secundario se va a vivir a la ciudad de Córdoba a estudiar energía electrónica para entrar al ejército. Cursó tres años con notas destacadas pero no se adaptó al ritmo de la gran ciudad y volvió a Brochero.
Con los años, se fue a vivir con su esposo a Villa María para trabajar e independizarse económicamente, ya que su esposo era oriundo de allá. Trabajó 18 años en la Municipalidad de Villa María. Por ello, sus padres venden la casa de Brochero y se van a Villa María detrás de ella.
Giovanini vivió en Brochero hasta el año 2006. Con la venta de esa casa, le regalan una casa a Mariela en Villa María y se compran una para ellos, para seguir viviendo cerca. Relata que al Valle seguían viniendo 3 o 4 veces por año a la casa de amigos, que sentían como familia.
Los hijos de Mariela tenían armado un dormitorio en la casa de sus abuelos. De lunes a viernes Mariela llevaba a sus hijos al colegio, cerca de la casa de sus padres y merendaban juntos antes de volverse a su casa. Los días viernes el padre se encargaba de buscarlos, se quedaban con ellos todo el fin de semana y él los llevaba el lunes a la mañana a la escuela. Por la tarde Mariela los buscaba. Describe que sus hijos y padres eran muy apegados. Eran sus únicos nietos. Y ella, su hija única
“Éramos muy unidos, éramos seis”.
En su vejez, su padre sufrió un ataque al corazón por lo que se sometió a una operación que le demandó estar internado más de una semana en terapia intensiva. El infarto le hizo perder su brazo derecho y fue el esposo de Mariela quien lo ayudó a higienizarse diariamente, condición que lo deprimió.
A su vez, su madre, a quien describe muy dependiente de él, tuvo una infección que requirió la amputación de una pierna, producto de una depresión. Relata que mientras su padre estaba en la sala de cirugía “1”, su madre estaba en la “2”, simultáneamente. Su madre sobrevivió dos años, depresiva. Mariela y su esposo decidieron asistirlos con cuidadoras en los tres turnos ya que ambos trabajaban. Por las tardes, los visitaban diariamente.
Luego de la muerte de la madre falleció al poco tiempo su padre. Agradece a Dios y está orgullosa de la vida que tiene y los padres geniales que tuvo.
Cuando Mariela se separó de su esposo decidió volver a Brochero. Dividió su casa de Villa María en dos para que vivieran sus hijos y luego de cinco años, ellos decidieron venirse con ella. Hoy tienen 26 y 24 años y un nieto de 7años
Actualmente Mariela vive con sus hijos en Brochero. Nos cuenta que hay lugares que evita ir como al Colegio Cristo Obrero, ni siquiera a los actos en reconocimiento a su padre, porque el encuentro con la gente la conmueve mucho. Dice que la portación de apellido es muy importante acá y que los primeros dos años en el Valle, fueron muy difíciles para ella.
Mariela siente que su padre no se crió cerca de su familia, sino con el ejército. Pero siempre fue considerado “un héroe”. Comprende que su padre formó su carácter en el ejército ya que ingresó a los 13 años. Al respecto refiere que “para él no habían grises”. Cree que vivir en Brochero lo ayudó a cambiar su personalidad, al relacionarse con los adolescentes. Inicialmente, hasta que el ejército le envió sus papeles trabajó en un comercio muy reconocido en Mina Clavero. Luego comenzó su carrera docente como preceptor, ya que tenía el título de técnico electrónico en aviación que lo habilitaba. Después dictó las materias de física, química y tecnología. Fue muy amigo de la hermana Bongiovani, quien era la Directora General de las dos escuelas. “Él se dedicó a la docencia y se olvidó que era militar”.
Mariela estudió la licenciatura en trabajo social. Siente que no tiene apego a los lugares por la movilidad que tuvo en su vida. Nació en San Juan, en Caucete. Por el terremoto su casa se derrumbó lo que hizo que se fuera a vivir a Bs As. en el año 1977. Allí comenzaron los traslados cada tres años, producto del trabajo de Omar (Padua, San Miguel, Paso del Rey, Ituzaingó, Merlo) y sus consecuencias. Las diferentes escuelas a las que acudió. Su mudanza al Valle a los 14 años. Sus movilizaciones por estudio y las propias de la familia. Recuerda que madre y padre entraban a las 5 AM a la clínica y al ejército respectivamente y salían a las 18 hs su madre y a las 22 hs su papá, cuando no tenían guardia los dos. Veía dónde pasaba la noche, si en el casino de suboficiales o en la clínica. Sus juguetes eran las sillas de ruedas o en el hangar del padre. Rememora que trabajaban a la par. Su madre llegó a ser Jefa de Enfermería en una clínica. Recuerda que las enfermeras le preparaban el desayuno, la merienda, la peinaban y la ayudaban a hacer los deberes, entre otras cosas.
Mariela se crió dentro de una clínica o en el Batallón. Su padre supo transmitirle su dolor… y concluye:
“Mal comidos, mal dormidos, nerviosos. Chicos jóvenes, sin experiencia.”
“Así enfrentaron el conflicto”
Desde sus 15 años Mariela manifiesta que es la primera vez que se sienta a hablar con alguien sobre esto, acción que dudó sostener, no por dejar de reconocer a su padre sino por respetar su voluntad de no hablar más sobre su pasado militar.
Entrevista:Pérez María Cecilia Fotografía: Dolores de Torres.