Mario Abel Morel

Noemí Estela Zabala de Morel se presenta esgrimiendo que está acá, en el Valle,  por casualidad o por destino. “No soy de acá ni de allá. No soy de ningún lado. Nuestra vida fue así”.

Estela se casó en 1971, con Mario. Nos cuenta que su esposo nació en Bs. As. y que cuando estuvo en Malvinas, vivían en Punta Alta, Provincia de Bs. As. Después pidieron el pase a Bs. As. para poder atender la salud de una de sus hijas y de allí, vinieron a Mina Clavero en el año 2004. Año en el que se retira de la Marina.

Siente que acá, en Mina Clavero, fue el lugar donde recibió mayor reconocimiento, argumentando que “nadie es profeta en su tierra”.

Actualmente vive en Villa Cura Brochero y su preocupación radicaba en que no la encontraran más, para que la invitaran a los homenajes a veteranos, los días 02 de abril.

Morel era suboficial de Infantería de Marina y estuvo tres meses en Puerto Argentino. Falleció de cáncer de estómago, en el año 2014. Noemí nos cuenta que su esposo no quería que se dijera que él era de la marina, porque la gente tenía muy mal concepto de ellos, porque cuando volvieron de Malvinas,  no fueron bien reconocidos, mientras que ella opina que son y fueron seres humanos ejemplares, que llevaron su patria en el corazón.

Noemí nos cuenta que se enteró que su esposo fue a Malvinas por una amiga de ella, quien le dijo oportunamente: “en aquel avión, se va tu marido”.

De la época del conflicto recuerda que cuando él se fue, al atardecer cerraban todas las persianas de su casa, por temor a que atacaran su hogar. Tenían preparado “un changuito” con frazadas, alimentos, los documentos de las hijas, para utilizar en caso de necesidad. También recuerda que una de sus hijas tuvo una infección en los ojos, que produjo que perdiera la visión por una semana.

Evoca que por las noches le pedía a la Virgen Stella Maris, que se lo trajera sano y reconoce que, así lo hizo.

Cuando su esposo volvió de Malvinas, recuerda que era de tardecita, abrieron la puerta de esa casa de  Punta Alta que él había construido ladrillo por ladrillo –con sus propias manos- y no lo conocieron. Describe que estaba muy flaco, con barba y bigotes, pelo largo. Sus hijas se largaron a llorar cuando lo reconocieron.

Ella asume que sabe muy poco de su vivencia en Malvinas porque era muy reservado. Expresa “Se fue de este mundo sin contarme muchas cosas”. Cree que no pudo contarle. Hoy se replantea “¿Por qué no le pregunté?”

Cuando llegaron al Valle y comenzaron los reconocimientos a todos los veteranos, recuerda que en una oportunidad, cuando lo llamaron, Mario se escondió detrás de unas plantas en la Plaza de Brochero porque no quería que lo reconocieran. Manifiesta: “La humildad de los grandes”. Desde aquel entonces, no sabe si fueron dos años los que pasaron, siente que comenzó a soltarse un poquito.

Refiere que con el tiempo, su esposo, comenzó a interiorizarse y participaba en las charlas en los colegios Siente que “la vida no le jugó una buena pasada porque se enfermó”, pero cree que si estuviera vivo, trabajaría en pos de la Malvinización.

Nos relata que él nunca dejó que lo vistieran, le decía “Mami. Yo puedo”. Noemí relata que eso era muy fuerte, porque ya no podía ni atarse los cordones. Su enfermedad le produjo un año de sufrimiento y nunca dejó que lo bañara.

 “El murió de pie como un verdadero militar, servidor de la patria”.

Ella sueña con visitar las Islas. Es lo único que le pide a la vida. Siente que tuvo un duelo de 4 años, tras su fallecimiento.

La carrera militar la hizo por vocación, por respeto a su país, por su tierra y su bandera. Y las esposas nos acoplamos y lo aprendíamos sobre la marcha. Noemí nos cuenta que Mario tenía un profundo respeto por los símbolos patrios. En su casa de Mina Clavero supo hacer un pozo para enterrar un mástil largo e izar en él, una bandera. Bandera que desconoce la procedencia, pero que hoy flamea en la casa que hizo Noemí, en Villa Cura Brochero.

Relata que Mario no era malo pero infundía respeto. Sus hijas están muy orgullosas de su padre. Producto de su matrimonio tuvieron tres hijas. Una de sus hijas vive en Bs. As. Alicia, Noelia en los Hornillos y Gabriela en Río IV.

Noemí nos cuenta que hace un año que no va a Bs. As. Que está muy agradecida con un señor que le dijo “Noemí tu esposo me dijo: a mí me llevan a Mina”. Ese señor, los acompañó en todos los trámites para traer su cuerpo, para el Valle, cuando Mario falleció en Bs. As.

Siente que su esposo dejó todo preparado. Falleció en el mes de noviembre, en Bs. As., lugar dónde se atendía por su salud  y ella lo trajo a su tierra. ”Mi amor. Es el amor de mi vida.”

Le dieron sepultura en el cementerio de Mina Clavero, dónde taparon su cajón con su bandera y le colocaron una placa de Malvinas.

Finalmente rememora que ese mismo año, en el mes de septiembre, el hermano de Mario también falleció de cáncer. Cuando  supieron de la enfermedad de su cuñado, Mario no quería ir a verlo, ya estaba con todas las quimioterapias, sin embargo fue a despedirlo con un traje muy elegante, sabiendo que él también partiría.

Antes de retirarnos, Noemí nos trae la bandera para que tomemos dimensión de su tamaño y una de las 4 o 5 cartas que recibió de él y que todavía, atesora. La leemos juntas:

 

“Te diré que ayer estuve con Ponce, hacía mucho que no lo veía y estuvimos todo el día juntos y él me comentó que había hablado con Irma y los nenes de él y que estaban todos bien por la casa de él. Yo recibí dos cartas tuyas que tenían, no me acuerdo con exactitud, que venían por intermedio de Pezolato. Me parece que por esa vía demoran mucho.  Yo quisiera que me las mandes por correo para  ver si llegan más pronto. En una de las cartas anteriores yo te puse una dirección donde podés preguntar por mí. Es la casa de un suboficial que está conmigo, acá y tiene teléfono. A esa casa alguno habla sino es él, es uno de nosotros y siempre diré cómo estamos. O sea que en una de esas, tienen informe  de todos nosotros, que somos unos diez, más o menos, del mismo batallón.

Los días que se habla de acá a esa casa, son los jueves y domingo.”

 

Al respecto nos agrega que esa mañana a las 5 AM, llovía. Ella “que manejaba el auto así nomás”, se fue con sus nenas a hablar con él desde esa casa.

Se despide diciéndonos: “Me encanta lo que hacen ustedes y me siento orgullosa que me hagan participar de todo esto. Me llena el alma de emoción”. (Se emociona).

Siente que de algún modo la gente no los ha olvidado. Si bien, su esposo no está, ella en su  representación y como patriota que considera que era, se percibe, feliz.

Entrevista: María Cecilia Pérez                            

Fotografía: Dolores de Torres

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