Luis Oscar Aguirre “Mosquito”
Soldado Conscripto. Ejército
Fecha de Nacimiento:17/12/62
Lugar de Nacimiento: San Lorenzo.
Lugar de Residencia: San Lorenzo.
Luis se presenta como Luis Oscar Aguirre y agrega que los compañeros de Malvinas le dicen “Mosquito”, apodo que trae desde el Regimiento 8 de Comodoro Rivadavia. A su lado su esposa, Liliana Pedernera nos dice que están casados hace 29 años y que tienen dos hijas.
Luis comienza el relato contando que estaba haciendo el servicio militar hacía más de un año cuando se entera que iba a participar del conflicto conociendo que habían desembarcado el día 2 de abril y allí comienzan a prepararse para ir ellos también. Dice que el día 07 de abril lo llevaron en un Hércules a Puerto Argentino donde permanecieron un día, para llegar a la Isla Gran Malvinas, Bahía Fox, al día siguiente en helicóptero. Lugar donde estuvieron hasta caer prisioneros de guerra, al final del combate.
Luis recuerda que en aquel entonces vivía con su mamá y papá en San Lorenzo, supuestamente de licencia hasta la baja cuando se armó la guerra y que se entera por radio que debía presentarse en Córdoba nuevamente porque habían tomado Malvinas. .
Allí decide ir a buscar a un compañero a Carlos Paz para presentarse juntos ese mismo día – 2 de abril- ya que querían hacerlo, por el mismo entusiasmo que tenían de ir a Malvinas. Deseo que le atribuye a la juventud (18 /19 años), momento de la vida dónde reconoce que no pensaban en las consecuencias.
En ese momento el padre del compañero averigua y les informa que tenían que hacerlo el día 05 de abril. Ese día se presentó, cuenta que les entregaron ropa militar nueva y equipamiento: fusil, para llevarlos nuevamente al Regimiento 8
Recuerda que Leyría –de V. Cura Brochero- y él, que eran de la clase 62 “soldados viejos”, volvieron en similares circunstancias. Reconoce por soldados viejos a aquellos que ya tenían un año de servicio, de experiencia, los que tenían otro trato con los suboficiales. Tiempo y experiencia que le sirvió para afianzar los vínculos, para hacerse amigo de ellos, tomar más confianza, y que estando allá, les valió para que no los “bailaran tanto” y si tenían que pedirles algo, pudieran conseguirlo. Por ejemplo: algo para comer. Distinguiendo que, por ahí, los soldados de clase 63, esas cosas las sufrieron más, por ejemplo la instrucción que tuvieron en Malvinas, el trato que recibieron de los suboficiales y hasta de los compañeros de la clase 62, sin querer. Recuerda que como broma alguno de los compañeros había robado las cintas a los suboficiales o a los cabos y los hacieron bailar.
El cree que los militares nunca imaginaron que los ingleses iban a venir, cree que suponían que irían a llegar a un acuerdo pacífico. “Tacher tenía que mostrar su poder”. Liliana acota que nunca se midieron las consecuencias y que fue muy loable lo que hicieron las tropas argentinas, mucho más de lo que hicieron los ingleses por las desventajas en la preparación militar, la edad, las armas y en la ropa que llevaban. 26.27
Luis agrega que además los ingleses siempre participan en conflictos bélicos, y no duda en asegurar que la guerra es un error humano.
Recuerda que en Malvinas no estaban todos juntos, estaban de a grupos de a 10 soldados todos desparramados en el campo en distintas posiciones. Su función era de “tirador” ubicado en la segunda línea. La primera línea pegada al mar, la segunda en el medio del campo y una tercera alejada del pueblo. También recuerda que había un grupo que salía a patrullar. Aclara que además de ellos, estaba el Regimiento Logístico 9, quienes se encargaron de minar todo el campo y las costas por donde podían desembarcar los ingleses. También fueron los que disfrazaron unos caños de agua haciéndolos parecer cañones, los habían camuflado, pintado unos tanques de 200 lts. de rojo, y ese lugar fue, donde casi siempre bombardearon los ingleses. Situación que admiraron los ingleses porque de más de mil soldados argentinos que habían, sólo tuvieron 5 bajas productos de los bombardeos de barcos y aviones, mientras que ellos muchos más. Luis se refiere a ello diciendo “estábamos como si viéramos una película”. Estaban a un kilómetro en la costa de enfrente.
Dice no haber recibido heridas, ni bajas en su grupo pero vio morir gente conocida, un Cabo Primero de Río Cuarto y un compañero de Instrucción de la Compañía B en Comodoro Rivadavia, Simón Antieco, de Chubut. Relata que el cabo Guadi se llevó por delante una mina y voló con el tractor, perdiendo una de sus extremidades, hecho que le ocasionó la muerte producto de una gran hemorragia. Lo velaron en la carpa de la compañía y le hicieron una misa. Su cuerpo lo enterraron en el cementerio de Bahía Fox y estima que su cuerpo permanece allí, todavía, junto con los otros cuatro.
De lo vivido, refiere que el frío fue lo más grave que le tocó vivir, porque al habérsele humedecido la ropa por la lluvia, la nieve y la humedad, el dolor que le ocasionaba en las piernas y en los pies era mucho.
Luis menciona que llega a Malvinas el día 7 de abril y volvió al continente el 23 de junio. Describe que el 14 de Junio se rinden en Puerto Argentino y ellos, el 16, cuando llegan las tropas inglesas ahí. Ya habían dado la orden de rendirse. Los toman prisioneros y vuelven al continente en el Buque Nortland. Cuenta que los ingleses los trataron muy bien. Que en Malvinas se habían podido bañar una sola vez y que allí lo hicieron nuevamente, que les hicieron una revisación médica y luego los distribuyeron en los camarotes,que les daban de comer a horario.
Luis regresa de Comodoro Rivadavia donde permaneció como unos 15 días donde manifiesta “nos pusieron al día en el tema alimenticio”. Él había bajado mucho de peso, había ido con 64 kg, y vuelto con 47 kg. Recuerda que muchos compañeros estuvieron al borde de la desnutrición. Desde allí, los llevaron a Córdoba en colectivo y por cuenta propia hasta su casa, con un dinero que les habían pagado.
Los padres de Luis se enteran que Luis había ido a Malvinas el día que volvió a su casa. Nunca habían tenido información pese a que su madre había ido a Bs. As. a averiguar. Luego recibieron una carta del ejército donde le explicaban que Luis estaba cumpliendo con el deber y que le había tocado de destino Malvinas, pero él ya se encontraba de regreso en su casa.
Nos cuenta que al regreso no tuvieron asistencia médica. Que le costó mucho solventarse económicamente, que trabajó de albañil, artesano, en bares y restaurantes. Que provenía de una familia humilde de muy bajos recursos. Eran 9 hermanos. Sin ninguna ayuda económica de parte del gobierno como hay hoy. Que su padre era artesano, vendía cerámica, cortaba ladrillos algunas veces y que trabajaba en lo que se producía: hortalizas y animales.
Recuerda haber llegado a las 4 de la mañana y haber tenido un reencuentro muy emotivo con sus padres. Dice que trataron de llevar la vida de alguna forma. Cree haber escondido el tema Malvinas por diez años, no quería escuchar cosas que le chocaban, como por ejemplo “por culpa de ustedes hemos perdido la guerra”. Piensa que la gente no sabía lo que habían sufrido y padecido, además de los bombardeos y el mal trato de los suboficiales, Entonces dice, que muchos se quedaron sin hablar nada. Que pasaron muchos años para que hablaran del tema. Siente que a la gente tampoco le importaba mucho.
Entiende que los políticos querían castigar a los militares y se la tomaron también con ellos cuando no tenían nada que ver con el tema militar. Habían ido a cumplir con la patria, bajo el servicio militar obligatorio. Afirma “si tuviera que hacer el servicio militar nuevamente, lo haría, si estarían las mismas condiciones. A mí me sirvió mucho. O sea…salir de acá, tener más conocimientos, valorar más las cosas. A esa edad uno tiene más ganas de aventuras”. Tuvo buenos compañeros soldados y suboficiales con los que sostiene contacto todavía. Si bien reconoce que no todos lo pasaron bien, cree que la mayoría lo volvería a hacer. También comprende que algunos suboficiales no estaban bien preparados.
Producto de esas relaciones que sostiene pudo tramitar conjuntamente con Radicci – dueño del Museo de Municiones de Mina Clavero- una nota al ejército solicitando un cañón que quedó emplazado en una plazoleta de su pueblo. Comenta que el Museo es privado y tiene un área destinada exclusivamente a Malvinas. También hace referencia que tuvo oportunidad de conocer el Museo de Malvinas de Oliva ya que fue invitado para su inauguración.
Luis nos cuenta que de los 637 fallecidos en Malvinas, 12 fallecieron en el continente custodiando las costas sur de la Argentina, en un accidente. Que si bien habían sido considerados veteranos, luego perdieron esa condición. Del mismo modo están disputando ese reconocimiento los que estuvieron en el continente.
Liliana, su esposa nos cuenta que es docente nacida en Pampa de Achala y que se conocieron en el año 91 por unos amigos que tuvieron en común. Un año después se casaron ella con 19 años y Luis con 30. Que en aquel entonces él no conversaba mucho sobre lo vivido.
Ese mismo año Luis terminó la secundaria con pretensiones de seguir estudiando magisterio pero que al recibir la primera pensión que entregó Menem, puso una despensa y desde allí se dedicó al comercio, yéndole muy bien.
Liliana cuenta que en aquel entonces fueron tiempos difíciles, que Luis tuvo muchos ataques de pánico, cree que le cambió su vida sus hijas, que fueron producto de varios tratamientos por eso que las niña mayor tiene 15 años cuando ellos llevan 29 de casados. Y que siempre algo queda. Reconoce como bueno que en este último tiempo pudo decir muchas cosas que antes no. Y que cuando se juntan ellos, luego de algún acto, conversan mucho, hablan mucho de lo que le ha pasado. Creo que sienten que hablan el mismo idioma. “Porque cuando ellos nos cuentan a nosotros, los de afuera, los escuchamos pero no estuvimos ahí. Con los que estuvieron ahí sienten que sufrieron lo mismo, que pasaron las mismas cosas.” Al respecto cuenta que fue muy importante el reencuentro que tuvo con su compañero de trinchera (Marcelino Cañuyán), hace algunos años, en Trelew. “Las cosas que recordaron, las cosas que hablaron, las vivencias que se cuentan cuando están juntos son muy ricas. Son otras.”
Liliana valora que en estos tiempos se le dé mayor importancia a toda la causa Malvinas porque eso favorece. Refiere que la posibilidad que tienen ellos de ir a los actos escolares y que cuenten lo vivido por el interés de los niños es otra instancia donde “uno se va enterando más”.
Al respecto de Marcelino, Luis nos cuenta que con él compartió la posición bajo tierra, junto con otro soldado López (fallecido). Y en relación a sus ataques, que le daban por la tarde, dice haber recibido tratamiento y haber estado medicado. Agradece a Dios, su señora, sus hijas, sus hermanos haber salido adelante (se emociona). También reconoce que hay mucha camaradería, unión entre los veteranos y también con algunos suboficiales. Por ejemplo dice que Delgado, desde Salta, todos los días le manda un mensajito. Y se han visitado oportunamente. Tiene amigos que no conoce personalmente pero se escribe regularmente. También advierte que algunos compañeros son más reacios a participar o juntarse, que les cuesta más, como es el caso de Zapata, Pecorari, Trentini y Amaya.
Luis rememora del encuentro con Marcelino una anécdota que éste le recuerda apenas lo ve. “¿Te acordás de las tortas fritas?”. En aquellos tiempos con sus compañeros de trinchera, robaban para comer, de la cocina como a los ingleses. Robaban verduras, harina, leche en polvo… Una tarde uno de sus compañeros había robado y se lo había llevado a él pidiéndole que se fije que era eso. “Yo robé pero no sé qué es” dijo el compañero. Luis le contesta que era harina y leche en polvo y que a la noche iba a hacer tortas fritas, ya que él era el cocinero.
Durante el día Luis fue a ver a los suboficiales que manejaban las cocinas de campaña y pidió grasa, sal y gasoil para prender la turba. Esa noche, amasó para para los tres, cuando alguien desde afuera les advierte que la luz se veía desde el puesto de mando. Taparon todos los huecos para que no se viera, ya que estaba prohibido hacer fuego porque los ingleses podían verlos desde lejos. Continuaron con su fechoría, cocinaron, las repartieron equitativamente y las comieron entre los tres.
Al otro día cuando los llaman a formación salieron corriendo los tres y un cabo, que era jefe del grupo, los mira y les dice “Se han visto ustedes, se han visto cómo están? Y allí comenzaron a mirarse y se vieron negros, tiznados del humo del gasoil”. Riendo hoy, dice… “No nos intoxicamos de suerte”. Recuerda que en otra oportunidad robaron verduras a los ingleses de un invernadero y con las papas, nabos y otras verduras se hicieron una sopa, porque estaban sufriendo mucho hambre. También tuvo otros compañeros que carneaban ovejas. Liliana agrega que también algunos comieron hasta galletitas para los perros y Luis describe que un compañero López de Carlos Paz sacaba unas galletas anaranjadas de una bolsa que también probó y comió antes de enterarse que eran galletas para los perros.
Continúa el relato diciendo “Todos los días era una historia… vivencias distintas”.
Luis cuenta que guarda su campera del Regimiento, que le habría sido dada antes de ir a Malvinas y unas municiones del fusil que él usaba. También guarda un proyectil que le regalaron del cañón que emplazó en la plazoleta.
Finalmente manifiesta que lo mejor de la guerra lo vivió después, que fue reencontrarse con sus compañeros y sus padres. Mientras que lo peor, más allá del miedo vivido durante los bombardeos de los ingleses, fueron el frío y el hambre. Asimismo reconoce no haber sido mal tratado.
Liliana pone en valor la salud de Luis frente a las cifras que indican que son más los muertos después de la guerra que los que murieron allá y que fueron los últimos y los únicos actores protagonistas de la guerra.
Luis se levanta busca una remera que se hizo hacer de él con el fondo de las Islas Malvinas y nos regala una a cada una.
Entrevista realizada por: María Cecilia Pérez
Fotografía y videos: Dolores de Torres