Luis Alberto MANZONE
Luis Alberto Manzone nació el 30 de octubre de 1963 en la localidad de Villa Dolores, actualmente vive en Villa de las Rosas. Se crio y estudió en una escuela técnica en su lugar de nacimiento hasta que a principios de 1982 -con 17 año-s le llega el número de sorteo para presentarse a hacer el servicio militar obligatorio en el ejército. Debía incorporase el 31 de enero en Córdoba capital. Se fue en colectivo junto a otros amigos de su ciudad, que también habían salido sorteados. Desde Córdoba -y sin que supieran a donde iban- los mandaron para Comodoro Rivadavia. Durante el mes de febrero hicieron la instrucción, que se centraba en ganar estado físico y manejo de armas.
Nunca antes de viajar a Córdoba supieron que iban a ir para el sur, lo que generó que no llevaran ropa apropiada para el clima tan hostil de Comodoro. Aunque en el servicio les daban ropa, esta no alcanzaba para suplir la destemplanza que vivían en aquel lugar frio y lejanos de sus seres queridos. Extrañar y llorar era común entre los jóvenes que estaban desacostumbrados a la distancia de sus hogares, por ende, mandarse cartas con los familiares era su forma de mantenerse cerca.
A fines de marzo se empieza a comentar de un posible conflicto, pero sin ningún tipo de comunicado oficial. Se los manda a alistarse al grupo para irse en avión, pero no sabían dónde, se hablaba de una inundación en el noreste argentino, por lo que creían que viajaban allí, pero comenzaron a ver el mar únicamente por la ventana del avión donde viajaban los 16 del grupo, más tripulantes. Fue ahí cuando les dijeron que iban a Malvinas y que se acercaba un conflicto bélico.
Cuando llegaron a la Gran Malvina ya había un desembarco argentino, proveniente de Buenos Aires, y ya habían izado la bandera. Los grupos del regimiento de infantería General O´Higgins de Comodoro Rivadavia fueron separados para cumplir diferentes tareas, dependiendo si poseían de antemano un oficio en particular cual sería el rol a desempeñar en las islas. Quienes no tenían los estudios básicos o algún conocimiento previo eran mandados a realizar trabajos pesados, insalubres y primera línea en el campo de batalla. Muchos de ellos eran “Chilotes”, hijos de chilenos que no sabían ni leer ni escribir. Al grupo de Alberto lo mandaron al depósito de municiones y armas, pero primero estuvo 15 días en Puerto Argentino en los “Pozos de zorro” -la trinchera que utilizaban como refugio-. Pasadas esas dos semanas los llevaron a Isla Soledad ya que se decía que allí iban a desembarcar los ingleses a tomar las islas. Pero no fue así ya que estuvieron en Bahía Zorro (o Bahía Fox) hasta que se terminó el conflicto.
Los encargados del depósito reponían las armas rotas y municiones y anotaban todo lo que entregaban. Mientras trabajaban en el depósito probaban las armas, ya que era tan escasa la experiencia que no tenían conocimiento del buen manejo de ellas, ni puntería. Algunas estaban en muy malas condiciones, porque al igual que la ropa que les daban estas estaban muy desgastadas y habían sido utilizadas por soldados que habían hecho la colimba años anteriores. Las botas provocaban infecciones o hongos. Debían coser la ropa y cuidarla para devolverla.
En el día- durante el conflicto no se trabajaba mucho, por ese motivo jugaban a la pelota, practicaban tiro al blanco, etc. Además de pasar muchas horas sin hacer nada concreto, estaban casi completamente desinformados de lo que sucedía y mucho de lo que les llegaba era mentira “Vamos ganando la guerra, nos decían”. En el continente eran pocos los periodistas que decían lo que sucedía en las islas, y muchos fueron callados. El periodista Gustavo Tobi de canal 12 de Córdoba hacía contacto directo con la BBC de Londres, decía lo que sucedía y fue arrestado.
En Bahía Zorro nunca entraron en combate cuerpo a cuerpo. Fueron bombardeados por los barcos, pero los misiles llegaban solamente a la costa. Las pérdidas de vida que hubo eran por negligencia en las tareas, por accidentes, por hambre. Un accidente en Bahía fue el de un cabo que iba manejando un tractor con un carro lleno de soldados. Pisó una mina, se dio vuelta el tractor y el cabo se lesionó una pierna. Para poder coserle la herida, le cortaron con una sierra para madera, se le infectó y a la semana murió. En otros casos, quemaban la “turba” (que era el material con el que estaba compuesta la tierra), al poseer tantos minerales era muy buena combustión y se la usaba para calentarse, pero ocasionaba también intoxicación e inclusive la muerte.
Sabe de malos tratos por desobedecer ordenes de cabos, en una ocasión mandaron a un soldado a buscar mejillón en la costa, como no obedeció se lo llevaron y lo estaquearon durante toda una noche.
En la isla poseían radares para saber si se acercaba un avión, pero sin certeza sobre si era argentino o inglés, fue por ello que le dispararon a un Hércules que les traía mercadería, aunque no le causaron ningún daño. Una de esas noches, entre la costa y los pastos ven unos bultos, y preguntan: “Alto! ¿Quién vive?”, como nadie respondía, empezaron a tirar y eran tres chanchos.
Cuando se rindieron y se abrieron los galpones donde se guardaba la mercadería, pudieron ver que estaban repletos. Algunos soldados habían muerto de hambre. A los hombres que estaban en primera línea les correspondía 2 o 3 raciones por día, y había veces que les llegaba una sola. Por eso se robaban corderos para comer. Aunque hacia frio, la carne se descomponía y cuando la ingerían en mal estado terminaban muriendo mientras que algunos jefes al mando, mandaban a destruir la mercadería. Cuando vino El Papa a Argentina -que se hizo el alto el fuego- fue cuando Inglaterra más avanzó sobre las islas.
Terminado el conflicto entregaron las armas y los llevaron a las fragatas inglesas donde allí serian prisioneros de guerra, hasta llevarlos al continente. Los tenían separados en camarotes de a cuatro personas y les sorprendió la cantidad de veces que les daban de comer, la ropa que usaban estaba totalmente preparada para el frio. Las condiciones con las que los atendían eran todo lo contrario a la que se imaginaban. Al principio les costaba comer, porque tenían desacostumbrado el cuerpo, achicado el estómago, habían bajado mucho de peso. Ya en Argentina debieron rendir la ropa de batalla al ejército, se les habían entregado 10 accesorios a cada uno y debían devolverla como la encontraron, y quienes no tuvieron todo se debían quedar, es por ello que se prestaban las cosas para presentarlas. Les pagaron unos mil pesos a cada uno (valor actual) y los mandaron para sus provincias en colectivos. Los ex soldados colgaron una bandera que decían “Veteranos de Malvinas” y en todas las ciudades y pueblos se les acercaban y les daban comida. Al llegar a Las Caleras, el recuentro con familiares, y sobre todo con la mamá de Alberto, fue muy emotivo. Ella no creyó que iba a volver y se desmayó. También estaba su padre y novia, futura esposa.
El estado argentino había prometido trabajo para los ex soldados, pero la realidad fue muy diferente. En muchos lugares les negaron el trabajo, en otros los echaron cuando se enteraron que eran veteranos de la guerra. El estado no proveía ni asistencia económica ni psíquica. Lo cual afecta y afectó el buen desarrollo de la vida, ya que muchos quedaron con lesiones de guerra físicas y/o mentales. La familia cumplió un rol fundamental de apoyo a los jóvenes que fueron enviados al campo de batalla sin saber ni tener experiencia. Cada veterano quedo básicamente a su merced, en una sociedad que cuando llegaron de la guerra miró para otro lado. Poco a poco el reconocimiento va aumentando a través de los años y visibilizando los reclamos que aún hoy prevalecen.
Hasta la fecha- mayo 2021- los veteranos tienen PAMI VETERANOS en suspensión, lo que significa que toda atención médica que necesiten ellos o su familia tienen que pagar de su bolsillo.
Entrevista: Ailín Pereyra Luque
Fotografía : Andrés Plager