Jorge Luis Carranza, nació el 26/04/1962 en Conlara, vive en Villa Dolores
Nació a 20 km de Villa Dolores-en Pozo del Chañar- Allí hizo la primaria y para hacer la secundaria su mamá lo inscribió en una escuela de Villa Dolores y de a poco se mudaron a vivir allí. Ingresó a la Escuela Comercial para poder trabajar y ayudar a su familia, porque eran muy humildes.
Estaba de moda la carrera militar, tenía un tío haciendo la carrera, y por esa razón decidió inscribirse en la Armada, a los 16 años. Eligió una especialidad que marcaria el rumbo de su vida. Mediante un test de vocación le dijeron que tenia condiciones para ser maquinista. Eran los años de 1979 en adelante. Hizo los cursos en tres años y egresó de la Escuela de Mecánica como Cabo Segundo Maquinista y le dieron como destino un buque llamado Hércules. Era un destructor misilistico.
Le gustaba la carrera y respondía muy bien. Como ejemplo cuenta que quien tenia calificaciones superiores a 7 en las materias, gozaba de francos de honor, saliendo todos los miércoles. El salió todos los miércoles durante los tres años de estudio. Esa conducta le permitió- al egresar- ir al segundo buque de la Armada, que era el Hércules. El primer buque era la Fragata Libertad. El curso tenía unos doscientos estudiantes. Los seis primeros promedios iban a la Fragata Libertad y el resto de diez o doce iban al Hércules y así, sucesivamente, por categoría.
En 1982, estaban navegando y eran novatos, por lo que no percibieron nada extraño. Estaban continuamente navegando desde que comenzó el año, practicando tiro y todo lo inherente al buque. El día 1 de abril el capitán les dice que estaban en las Islas Malvinas. A las 19 hs convocan a toda la tripulación -por circuito cerrado- y les dicen que estaban esperando ordenes del continente para ver si se tomaban las Islas. Fue una gran sorpresa. A partir de esa hora les pasaban canciones patrias por ese circuito y destinaron a cada uno a su puesto de combate a esperar órdenes. A las 4 de la madrugada se produjo el desembarco, lo hizo el buque La Santísima Trinidad, que estaba al lado de ellos. Ese buque tenia los comandos, que desembarcaron y tuvieron la primera baja-Giachino-. A las 8 de la mañana el helicóptero del buque busca a un herido, y como estaba grave, lo llevan al Almirante Irizar, que es un buque Hospital. Es el rompehielos que había sido acondicionado para desempeñarse como hospital. Al regresar el helicóptero son informados que Giachino había fallecido.
Ese mediodía empezó el buque a regresar al continente, en una navegación que duró 4 o 5 días y se comentaba que los ingleses seguramente iban a responder. Se alistaron y a los quince días volvieron al sector donde se desarrollaba la guerra: en las ciento cincuenta millas, que era el perímetro del conflicto-a esperar a la flota inglesa. No regresaron hasta que sufrieron un percance en el buque: se les rompe una hélice y creen que quizá tocaron a un submarino inglés. Al navegar en sigilo, se llevan los equipos apagados para no ser identificado y pudo suceder algo así de haber navegado sobre un submarino del enemigo. La flota inglesa era muy superior a la nuestra y es el Conqueror quien hunde al Crucero Gral. Belgrano.
Cuando se rompe la hélice deben llegar a Puerto Belgrano para repararla. Venían con una sola hélice y entra el buque a un “dique seco”. Significa que el buque entra a un lugar donde sacan toda el agua y allí puede ser restaurado. Como aun estaban en medio del conflicto, les piden-encarecidamente-que quien pudiera: donara sangre. Al otro día, seis o siete soldados fueron al Hospital Naval. Ahí notaron otra faceta de la guerra, ambulancias que iban y venían. Había llegado un avión que traía heridos de Malvinas. El hospital estaba colmado, había soldados heridos en la sala de espera. El lugar donde debían extraerles sangre estaba también con gente. Los pusieron mirando hacia la pared, para que no se impresionaran con lo que se veía alrededor: heridos, quejas, gritos de dolor. Les dieron un vale para que desayunaran gratis. Decidieron no usarlo en el hospital, por lo que vieron allí.
Otra anécdota que testimonia sobre la guerra la vivenció una de esas noches. Como el buque volvía a salir les permitían que salieran algunos marinos a comprar cigarrillos y golosinas para el viaje. Por división iba uno o dos para comprar, con una lista de los pedidos de cada uno. Como el lugar estaba en toque de queda, sin luces, les previnieron que si los sorprendía algún reflector, que se quedaran quietos y respondieran a las preguntas que les harían. Al salir de la base, a los trescientos metros una luz los iluminó y les preguntaron de dónde eran y a dónde iban. Los acercaron en una camioneta hasta la guardia, que también estaba al oscuro. Les pidieron que regresaran enseguida, pero les advirtieron también que afuera encontrarían grupos de personas civiles que les preguntarían cosas. No imaginaron de qué se trataría. Había gente durmiendo que les preguntaron sobre familiares que habían estado en el Crucero Gral. Belgrano y de los cuales no tenían noticias. Eran personas desesperadas-familiares de soldados del crucero- sin información. Los tomaban del brazo, les preguntaban qué sabían, qué habían visto.
En otro momento tuvo la oportunidad de venir durante tres días a su casa en Villa Dolores. Y aquí daba la sensación de que él venia de otro mundo, donde estaba la guerra, mientras que aquí todo seguía un ritmo de normalidad que no podía creer. El sur estaba en guerra, con simulacros, sin luz a la noche. Aquí hasta había bailes.
Durante la navegación, mientras se desarrollaba la guerra, sufrieron sueño y desgaste. Porque estaban permanentemente huyendo. Eran perseguidos y era una forma táctica de desgaste que aplicaban los ingleses: los atacaban de día con los aviones y a la noche con los buques. Siempre estuvieron en fuga. Mientras, sucedían otras acciones en otros lugares, de cuyas noticias no siempre estaban informados. No encendían ningún aparato porque provocaba que fueran detectados, por lo que se navegaba sin maquinaria en función. A veces se prendían un rato para para saber la posición de los compañeros o la del enemigo. Como maquinista su tarea era que todo funcionara bien y si algo se rompía debía repararlo con lo que tuviera a bordo.
Jorge estaba en Hidráulica-que era la tecnología de avanzada en estos buques-. Eso permitía manejar toda la maquinaria que estaba compuesta por turbinas a gas, de propulsión y con ascensor se sube a cualquier piso, sin esfuerzo. Es un ascensor de víveres, que sirve para levantar de las cámaras frigoríficas los alimentos como bolsas de papá, bolsas de harina, bolsas de azúcar, etc. Se cocina para mucha gente y trasladarlo por las escaleras 3 o 4 pisos, se hace muy difícil. Se recurre a ese ascensor que estaba a cargo de Jorge porque necesitaba de fuerza hidráulica para funcionar. No había ascensor para el traslado de personas.
La función de Jorge era manejar y controlar esa maquinaria junto con otros dos, pero que no estaban juntos. El barco tiene dos sectores opuestos: proa y popa. En popa existe el timón del barco y de acuerdo a la situación de combate-aéreo o terrestre o de mar-según la alarma que sonaba, se tenía que ir a popa, o a proa. En proa había una planta para alimentar todo lo que es guinches, ascensores. Iba de un lado a otro según la necesidad. Tres personas tenían el mismo cargo y estaban cada uno -solo- en el lugar de trabajo. Alguna vez preguntó y le respondieron que, si eran atacados y estaban los tres juntos, todo el barco se quedaba sin maquinistas, mientras que, si estaban separados, podían perder a uno en un ataque, pero no a los tres.
El buque tenía 117 metros de largo y 17 metros de ancho. Había 317 personas adentro, distribuidos, cada uno en su función. Como destructor misilistico que era este buque tenia misiles, cañón en proa, dos lanzadores de misiles en proa y bombas sumergibles para submarinos. Y misiles mar-mar para otros buques. También misiles contra aviones. Saben que sobrevivieron a algún ataque cercano-algún misil-, pero los vieron estallar sin que los rozaran.
Cuando se entra en combate, se debe esperar que al comandante le den la orden de entrar en acción. Mientras, se está en sigilosa, para que no los escuchen ni vean. Desde esa época se combate más allá de la línea del horizonte, eso significa que se le tira a un barco, al que no se ve. La línea de horizonte es de 15 a 17 km, en el mar ese buque no se ve, pero se puede combatir más allá de eso. Para eso ayuda el radar y el sonar.
El buque se debe volver el 13 de junio, después del pacto de rendición. No fueron hechos prisioneros de guerra, porque quedaron escondidos en algún lugar fuera del alcance inglés.
Jorge tenía contrato con la fuerza por cuatro años, desde que ascendió a cabo a fines de 1981, por lo que al finalizar la guerra sigue en la Armada. A fines del 1984 finalizaba ese contrato y decide irse porque vivenció la derrota dentro de la fuerza a la que pertenecía. Los oficiales que en grado eran superiores a los veteranos y que no habían ido a la guerra, los miraban con recelo. La derrota fue progresiva. Cada veterano debía llevar todo el tiempo un distintivo que portaban obligatoriamente y que los distinguían de quienes no fueron al conflicto. Evidentemente eso causaba fricciones. Quienes tenían más jerarquía recargaban de guardia a quienes eran veteranos de Malvinas, hubo “otro tipo de lucha ahí adentro” y pensó que “eso nos era para mí”. Después, ha considerado que se equivocó al irse, porque tenía una muy buena carrera hecha y le gustaba. Pero el desprecio sufrido pudo más.
Después de la guerra se casó en Villa Dolores, en 1983. Su buque se iba de viaje a Ushuaia. Él tenía libre cuatro días para venir a casarse y volver para hacer el viaje. Luego de un mes de travesía, regresan y le correspondía salida de siete días a los no locales, porque había un acuerdo entre los marinos locales y no locales. Lo no locales se recargaban de guardia, para que los locales pudieran estar en su casa, pero luego de un viaje, los que vivían lejos tenían siete días de franco, lo que les permitía visitar a su familia. Esa vez un jefe no veterano lo puso de guardia-impidiéndole de ese modo gozar de esos siete días de licencia- y cuando quiso viajar: lo mandaron al calabozo tres días. Le quitaron el cinto, los cordones y la medalla. Al colchón solo se lo daban desde las 21 horas hasta las 5 de la madrugada. Esa estadía en el calabozo hizo determinar su salida de la Armada.
Ya instalado en Villa Dolores se anotó en todos los estamentos del Estado, porque se comentaba que habría trabajo para los veteranos. En la práctica no fue así. No conseguía nada, por lo que empezó a cazar: con un rifle cazaba vizcachas, vendía el cuero y la carne. Así fue durante un año. Se presentó en un concurso de ingreso para trabajar en Cemdo, hizo el examen, que le resultó fácil. Pero quien dirigía ese examen, le comentó-en confianza- que el cargo ya estaba dado, solo que hacían la apariencia de ser democráticos en la forma. Mas adelante consiguió un trabajo como administrativo en un horno de ladrillos, y allí permaneció durante quince años. Ese trabajo le sirvió para relacionarse con las personas, porque su carrera le había enseñado a ser sumiso e introspectivo. Después se compró un camión y montó su propia empresa transportista y de eso vive en el presente.
En poco tiempo volverá a juntarse con parte de los doscientos maquinistas que se recibieron con él en 1979 y cuya mayoría participó de la guerra. Cree que se juntaran unos sesenta de ese grupo, que estudiaron juntos. En ese momento de su historia nos comparte que fue compañero de Darío Volonté, el tenor lírico famoso de nuestro país. Recuerda que lo oían cantar cuando iba a ducharse y que le tiraban con las botas para que se callara.
Entrevista: Mary Luque
Fotografía: Daniel Murua.