Jorge Aguilera (Chupete)
Nos cuenta que recuerda algunas cosas y otras las ha olvidado. Se adentra en sus recuerdos contando la historia de Mortero, un perro. Primero dice que, al llegar a Comodoro Rivadavia, debieron pasar por ver qué oficio sabían hacer para desarrollarlo mientras estuvieran haciendo el servicio militar. Como aquí había trabajado en una fabrica de mosaicos, se “acobachó” con un suboficial a recorrer el terreno, que es muy árido. Solo hay arbustos. Como tuvo una vida campesina vio a lo lejos algo que se movía en el terreno y fueron a ver qué era. Era una perra que había tenido cachorritos. Llevaron uno al Regimiento y le pusieron de nombre Mortero, que se crio entre los soldados y oficiales. Ese perro obedecía solo a la compañía A de ese Regimiento. Cuando fueron a tomar el avión para viajar a Malvinas, el primero en subir fue Mortero-que ya tenía más de un año- y nadie lo bajó. Era como un estandarte de la Compañía. Siempre estuvo con ellos durante el conflicto. Cuando se rindieron Mortero también estuvo con ellos y no aceptaba que nadie le diera comida, solo los soldados del regimiento. Cuando llegan hasta ellos los ingleses, Mortero levantó la pata y orinó hacia el enemigo. Volvió con ellos de la guerra.
Volaron a Malvinas en abril de 1982, en un Fokker, a Puerto Argentino. Los llevaron en tandas, a los doscientos soldados que eran del regimiento de la Compañía A. En las islas se veían con los otros veteranos del Valle: con Oliva, Menceguez, Nicoletti, Pérez, González y Ponce. En su caso pertenecía a la clase anterior al conflicto y tenía todo listo para ser dado de baja un jueves, pero les dijeron que el viernes debían partir a Malvinas. Se quedó en Puerto Argentino. Perdió la noción del tiempo, pero sabe que en pocos días los trasladaron a Bahía Torres. Dormían arriba de las cajas de las balas de cañón, para evitar la humedad del suelo. Cuando veía que los habitantes del territorio largaban ovejas, él salía y volvía con dos o tres y daba de comer al pozo. Hasta hace poco no podía comer cordero, porque le producía asco. En las islas Había un barco mercante donde canjeaba artículos de primera necesidad: cigarrillos por fruta, por ejemplo. Era radio operador y deambulaba de un puesto a otro. Cuando llegó la rendición ellos se estaban preparando para recuperar territorios que ya habían tomado los ingleses, por lo que considera que muchos se salvaron gracias a la rendición. Sufrieron hambre, frio. El armamento no era el adecuado. Hubo una equivocación una vez del regimiento suyo: le tiraron a un Hércules que traía comida. Estaban en los pozos y de pronto apareció un avión volando bajo y como habían pasado aviones ingleses tirando, creyeron que era del enemigo. Alcanzaron a tirar dos o tres cajas de comida y se fueron por la balacera con que lo recibieron. Voltearon un helicóptero enemigo. A media tarde-cuando aún se veía el bulto-le tiraron y lo bajaron. El armamento que tenían ellos eran cañones 105, que llegaba a cubrir unos 15 km de alcance. Mientras que el armamento del enemigo tenía alcance de 25 km o más. No perdió compañeros en combate. Si ha perdido amigos que hizo aquí, que fueron veteranos, como es el caso de Vallejos.
Desde Bahía Torres, cuando se rindieron, los trajeron en barco al continente. Los pusieron en camarotes de tres o cuatro soldados. A él le tocó con soldados de San Luis. Los desembarcaron en Puerto Madryn. Los ingleses deseaban humillarlos haciéndolos desembarcar el día de la bandera: el 20 de junio, pero pudieron llegar días después. En el regimiento, de Comodoro Rivadavia- para recuperarlos- les daban de comer de a poco. Estuvo poco tiempo porque eran de la clase anterior y fueron de los primeros que tuvieron la baja.
Cuando llegó al Valle- de regreso del conflicto- lo hizo con Rubén González, a quien dejaron en el camino a Piedra Pintada. Un vecino de ese lugar-ante la alegría- les invitó a tomar un wiski a la hora de la siesta. Después él se encontró con otro conocido de la Paz que lo vio y lo trajo hasta el pueblo en un chatin. Su hermano Roberto fue quien primero lo vio y lo siguió corriendo al lado del auto, hasta que lo dejaron en su casa paterna.
En cuanto al post guerra siente que fueron olvidados. En su caso rindió ocho veces para poder ingresar a la policía y una vez por el color político, otra vez por ser veterano de guerra y así se le impidió entrar en uno de los empleos que se suponía era para ser cubierto por ellos.
Se casó muy joven-a los 20 años- y se convirtió en entrenador de una escuela de futbol. Su esposa lo ha acompañado en todo lo que emprendió y eso le permitió no pensar en lo que le había pasado durante el conflicto. Actualmente trabaja en el Ceder, con las escuelas agrotécnica. Es ayudante técnico. También trabajó en la estación de servicio de La Paz. Considera que lo que lo salvó después de volver del conflicto, fueron las actividades que hizo, aparte de trabajar, entre ellas: ser técnico de equipos de futbol de chicos y jóvenes. Le gusta salir de paseo con su esposa y aprovechan cada oportunidad que tienen de tiempo libre para viajar.
Todo el tiempo de la entrevista fue en el patio y a un costado había un perrito que ladró todo el momento en que estuvimos entrevistando a Jorge. Al final lo nombró: se llamaba Mortero también. Buscó entre sus fotos y encontró la de aquel perro que se crio entre soldados del regimiento 8 de Comodoro Rivadavia y que los acompañó a la guerra.
Entrevista: Mary Luque
Fotografía: Daniel Murua.