Víctor Tejeda. Cabo Segundo de la Armada Argentina. Reside en San José. Valle de Traslasierra
Ingresó a la escuela militar en el año 79. Al año siguiente le dieron el pase al buque Destructor Rosales. En ese buque estuvo otro año más y le dieron el pase al Destructor de la Armada Argentina Santísima Trinidad, hecho por los argentinos, con sistema inglés. El conformó la primera tripulación que embarcó desde Ensenada, La Plata. Buque que en 1975 fue saboteado por la guerrilla cuando se encontraba en los astilleros de Río Santiago.
Nos relata que en el año 1981, desde abril hasta noviembre, fueron a Inglaterra a realizar un afinamiento operacional del barco (puesta a punto) y prácticas de ejercicio de alta mar. Resalta que, en aquella época había buenas relaciones con Inglaterra y que nadie imaginaba lo que se desataría después. Allí conocieron la flota Inglesa, el portaviones… la que describe como una fuerza “impresionante”.
En noviembre emprendieron el regreso y llegaron el 22 de diciembre del 81. Fueron 260 personas a capacitarse.
En 1982, salieron a navegar, habían hecho varias prácticas en el mar y en alta mar, cuando les comunicaron que iban a tomar Malvinas. Para ello, les hicieron firmar un poder. Estuvo tres años en ese barco. Sentía que era su casa.
Tenía ya 3 años de preparación militar. Nos cuenta que iba feliz. Hoy reflexiona sobre lo que le podía haber pasado. Pero en aquel entonces sentía que por fin, no iban a tener un ejercicio de combate, sino que iban a entrar en combate. Defender la Patria. , Para eso habían ingresado voluntariamente a la escuela… “es como un jugador de fútbol cuando se prepara y llega el momento de jugar el partido. Él quiere no sólo jugar, sino ganar el partido”. Esperaba ansiosamente entrar en combate.
Salieron a navegar derecho a Malvinas y embarcaron los comandos anfibios que estaban a cargo del Capitán Pedro Edgardo Giachino. Víctor era camarero del barco, camarero de oficiales, por lo que lo atendió esa tarde.
Dice que el barco es como una familia, no hay jerarquías, desde el último al principal. “es como si fuera la casa de uno” Un trato muy bueno. Llegaron allá y el barco fondeó a unos kilómetros de la orilla, se quedó estático para que desembarcaran los comandos. Esa tarde había estado de guardia en cámara de oficiales donde ellos desplegaban sus tácticas en los mapas, lugares dónde desembarcar… el capitán Giachino, fue el primero en caer. Recuerda que en el momento de la cena cerca de las a la 5 pm de la tarde le dijo “Tejeda esta es mi última cena”. Víctor pensó que era porque estaban próximos a desembarcar. Luego de la cena llegó su descanso y cuando al otro día regresó a su puesto se enteró que lo habían asesinado. Siente que fue muy duro porque se había hecho querer, en muy poco tiempo.
Para ese entonces Víctor tenía 22 años. Relata que su dormitorio estaba en popa (en la parte de atrás de buque) y que cubría el puesto de combate, en proa, sobre la cámara de misiles. Su puesto de combate era camillero, de servicio. Nunca sintió miedo, sólo pensaban en correrse de la trayectoria del torpedo. Nunca pensó en lo que podía pensar. Tampoco imaginó el dolor que pasaban sus padres en el continente. “Lógicamente… estaban para eso”.
En el barco no salían a cubierta salvo cuando estuvieran navegando fuera de la zona de exclusión. No podían salir, vivían adentro. Salvo el personal autorizado.
Hubo un momento que estuvieron a punto de entrar en combate y apuntaron a un avión porque el piloto no se identificaba que era “de los nuestros”. Cuando entraban en combate, cada uno cubría su puesto y esto podía darse a cualquier hora. A medida que se desplazaba de la punta del barco a su puesto de combate, se iban cerrando todas las puertas estacas con las manivelas. Si uno se quedaba atrás, corría el riesgo de que ese compartimiento se inundara y era difícil que se salvara.
Cuando se enteró que se habían rendido, expresa que “se le vino el alma abajo”. Dice haber sentido una decepción muy grande. No sabe si ese sentimiento fue el correcto porque uno nunca sabe cómo termina una guerra. Pero no se arrepiente por lo vivido y si tuviera que volver lo haría cerrando los ojos, aunque ya los años no son los mismos.
“La llevo adentro a la Patria”.
Al momento de la rendición el barco emprendió la retirada y salió a navegar rumbo al continente.
Todo el tiempo estuvieron en el mar. No tuvieron bajas en el barco, sólo al momento del desembarco en las Islas.
Al regreso, se enteró por sus propios padres, la preocupación vivida en aquel entonces. Cuenta que sus padres iban a Dolores a visitar a la familia de Miguel Barros (compañero de él) y confundieron la información del Crucero General Belgrano donde estaba Mario (hermano de Miguel) porque no había tanta comunicación como ahora y además no sabían dónde estaba embarcado Víctor. Después se enteraron que el hermano de Miguel estaba en el Crucero, y no ellos.
En el 1984 le dan el pase a infantería de Marina, apoyo logístico en batería (Puerto Belgrano) y él no se quería ir del barco. Los días de franco, no quería abandonarlo. Un día su jefe le dijo “Te tenés que presentar allá urgente” y se fue. Salió del barco ese día, agarró sus cosa se presentó en infantería. Lo recibieron muy bien, le asignaron dos asistentes para instalarse. Víctor ya era cabo segundo. Se desempeñó ahí pero los fines de semana, volvía a dormir al barco. Todos se iban de franco, menos él.
Haberse ido del barco fue una de las razones por las que decide irse de baja. Él quería seguir en el barco, navegando. Refiere que la pasó muy bien en Batería, pero era muy distinta la vida. “El barco para mí era todo”.
Piensa que si se hubiera quedado, tal vez le habrían dado un pase a otro barco, pero… “tomé esa decisión”.
Cuando pide la baja vuelve al valle en enero del 1985. Vive unos meses allí, y se va a Córdoba a trabajar a una fábrica de calzados. Luego consigue trabajo en SanCor, donde permaneció 18 años. Hasta el 2003.
Nadie supo de su experiencia y recién cuando se fue, se enteraron que era veterano. Una, porque el gobierno los tenía olvidados y otra, porque cada uno en sus actividades, los obligó a estar separados. Mientras que otros se iban.
Reconoce que, en los últimos años, recién comenzaron a visibilizarse en los actos, desfiles. Allí es cuando vuelve a re-encontrar-se con los compañeros de promoción. Ahora ya ha formado vínculos que le permite verse y encontrarse con más facilidad.
Cuando escucha a los muchachos que estuvieron en tierra, los del ejército, entiende que tuvieron otra experiencia y más dura, a lo mejor, que la de él. Afirma que ellos pasaron frío, hambre. En su caso no, porque era como estar dentro de su casa. Siempre adentro del barco, navegando. Tuvieron la suerte de no ser alcanzado por misiles. Siente que estaba más preparado psicológicamente. No como los conscriptos que llegaron y al mes, o a los días, los llevaron al sur.
Agrega que el buque no entró en combate. Describe sobre una fotografía del buque de guerra colgada en una de las paredes… “Los puntos rojos son misiles. Adelante transporta los misiles antiaéreos y en la parte posterior estaba el lanzatorpedos y una pista de aterrizaje para helicópteros”. Finalmente, suma que hay un barco gemelo a ese, el “Hércules”.
En el año 2003 se enferma de ansiedad, comienza a tener taquicardia. Se desempeñaba en una línea de producción dentro de la empresa, dónde tenía gente a cargo. Las presiones propias del trabajo le generaron estrés y vértigo. Se volvió al Valle, a San Pedro y trabajó en una remisería.
Continuó con ese malestar que se le manifestaba cuando manejaba. Su mujer lo ayudaba a llegar a su casa para acostarse, hasta recuperarse. Fue medicado y pudo recuperarse con el tiempo. Perdió también parte de la audición del oído derecho.
Hoy forma parte de un grupo de promoción de la escuela, se juntan una vez al año y comparten vivencias dos o tres días. Se han juntado en Despeñadero, Punta Alta, Monte Hermoso… y en octubre piensan hacerlo en Villa Mercedes. También se junta con el grupo de veteranos de traslasierra en reuniones familiares.
Con Julio Ozán (también veterano del valle) han trabajado juntos, fueron vecinos, se han criado juntos. Cuenta que su amigo entra a Marina dos años antes que él y después se retiran juntos. Siempre han sido amigos.
Reconoce que las diferencias que los separan a los veteranos son insignificantes: “uno es veterano sin jerarquía”. El escuchó a algunos conscriptos decir que ellos fueron obligados. Por ello manifiesta: “No sé, qué vale más”.
Víctor cuenta que el conflicto le enseñó a cuidar al compañero, al que tiene al lado…
“si podés hacer algo… si tenés que dar la ida… la das”. “Cubrir al compañero, estar al lado de él. Y hacer lo que sea para lo que uno estaba”.
Expresa que eso, es lo que tiene metido dentro.
“Yo ingresé a la escuela voluntariamente para defender a la Patria. Para cuando la Patria me necesitara, estar ahí. No podía decir que no, sentir miedo, para nada. Al contrario. Para eso estábamos”.
Finalmente, agrega que, también le enseñó a saber valorar la vida, la familia, el respeto y a ser amable. Cree que todo eso se aprende lejos de la familia, estando solo. En referencia, revela que es una lástima que el servicio militar se haya dejado de hacer. Porque más allá de la expresión que siempre se escuchaba decir “es un año que perdés”, considera que se ganaba en valores, ya que era un momento de desapego de muchas cosas.
Reconoce que no es de hablar mucho de la guerra, ni contar que es veterano, ni que estuvo en Malvinas, al mismo tiempo de poca memoria y con poca facilidad de expresión, pero afirma que…
“Malvinas se lleva adentro”
Entrevista: María Cecilia Pérez Fotografía: Dolores de Torres