Rubén Darío Ramirez

Darío Ramirez. Soldado conscripto del ejército. Reside en Mina Clavero.

Nos reciben Darío y su esposa Norma. Darío nos cuenta que si lo hubiéramos entrevistado hace 8 años atrás, él no hubiera contado nada, que ni sus hijos sabían lo vivido por él. Sostiene que tenía una vida social activa pero que no hablaba del conflicto. Sólo se consideraba veterano de guerra.  Su mujer agrega que eso lo hacía inconscientemente. “A él lo respetábamos  muchísimo en esa decisión. Él no asistía siquiera a los centros de veteranos. Ahora es un apasionado contando.” Ella asume también, que tampoco hablaba de Malvinas con él y que cada 2 de abril se ausentaban de la casa y no veían televisión. Sin embargo sus cuatro hijos desde jardín, para esas fechas, llevaban sus medallas y diplomas que les  hacían mostrar por todas las aulas de la escuela. Después la vida fue cambiando y pudieron hablar sin tabúes nos dice.

Actualmente viven en Mina Clavero en unas cabañas que se llaman “Islas Malvinas” nombre que eligieron sus hijos.

Darío admite que él no estaba preparado para hablar, que este cambio se lo  debe al reencuentro que tuvo con un compañero después de 32 años, al que llama “El negro”, José Centurión, quien falleció de  Covid en enero del año 2021. 

Norma cuenta que Darío conoció al negro fuera de su seno familiar porque, como agrega Darío, ellos no saben con quiénes se encuentran después de una guerra. Al tiempo ya se reunieron con dos compañeros más en su casa y esa fue la primera vez que sus hijos escucharon lo que ellos habían vivido en Malvinas. Relatan que su amigo hablaba tanto de Malvinas que sus hijos comenzaron a hacer preguntas y a interiorizarse. Reconocimiento  que su hija luego materializó en un video que produjo para  su cumpleaños de quince. “Se les salía el corazón hablando de Malvinas”.

Con el tiempo los tres, buscaron a sus compañeros y lograron reunir a casi 20 veteranos del mismo batallón, con los que se reúne, una vez por año. Norma nos cuenta que en una oportunidad en Mina Clavero asistieron 17 veteranos y en total -con las familias- fueron 32. 

Ella también destaca que no participan de las reuniones zonales porque a  Darío no lo llaman e imagina que no lo hacen porque nació en Bs. As. Como tampoco figuraba en la placa homenaje a veteranos, que estaba en la plaza de Brochero, donde estaba emplazada el ala de un avión sobre calle Belgrano. Darío recalca que una situación similar vivieron Hugo González y él  cuando en el año 2020 grabaron un video en altas cumbres. Afirma que en aquella oportunidad  pudieron pronunciarse al respecto: “veteranos de traslasierra, no son sólo son  los que nacieron acá, sino también, los que viven acá”. Norma ratifica que “pasaron por una guerra y qué más compañero que eso es ser un excombatiente? Compañero de guerra, no de provincia”.

Norma cuenta que Darío, en Bs. As., vivió cosas diferentes. Él suma que en cualquier lugar del país el centro de veterano de guerra está a disposición de ellos, del que llegue, independientemente de donde seas. Él no puede creer que acá no haya todavía un salón para reunirse, para que la gente tome conciencia que aquí hay “veteranos de guerra”.

El cree que lo veteranos deben estar para la comunidad. Que se deben aprovechar todos los espacios para los que son convocados, pero no sólo para contar emociones. Recuerda que en una oportunidad acompañó a su hijo Amir en una actividad de formación a pedido de una profesora, para analizar la película “Iluminados por el Fuego”. Los estudiantes no sólo pudieron hacerle preguntas sino que además analizaron la veracidad de su contenido. Al respecto Darío opina que  Esteban -el guionista- relata mentiras y se lamenta que actualmente esté -con un puesto político- dirigiendo el Museo de Malvinas. Relata que la historia que cuenta en esa película es la de un compañero y él, la relata en primera persona. Agrega que cuando llegó a Malvinas le dio un ataque de pánico y lo llevaron al pueblo y ahí se quedó, inclusive cuando tuvo que hacer una guardia, se hizo el descompuesto y fue un compañero de él en su lugar, quien finalmente muere porque  cayó una bomba en se sitio. Agrega “ Eso… él no lo cuenta”.

Sobre el conflicto Darío nos cuenta que estaba en Tierra del Fuego, en Río Grande, haciendo el servicio militar en el Batallón de Infantería de Marina N°5. Recuerda que llegaron en aviones a turbo hélice de la Armada. Igual que de Tierra del Fuego a Malvinas.

El 28 de marzo, les dieron la orden de movilizar el batallón a la frontera con Chile, situación que le hizo pensar que el problema que se avecinaba tenía que ver con Chile.

El 01 de abril por la mañana, cuenta que, los hacen replegarse y los llevan a una estancia, dónde pasan el día realizando distintas actividades. Entre ellas, les facilitaron elementos para escribir una carta a sus familiares, desconociendo todavía que irían a Malvinas. Esa carta fue la única que recibió su madre y que hoy, guarda su hija Kiara, en un cuadro.

Pasaron la noche allí y al día siguiente, les informaron que habían tomado las Islas. El día 02 volvieron al Batallón de Infantería y cuando se enteraron que iban a Malvinas, pudo enviarle un telegrama a su madre gracias al jefe de compañía quien le autorizó a comunicarle “Estoy bien en 20 días escribo”.

El día 8, llegaron a Malvinas y pasaron la noche. Relata que ellos eran una compañía de servicio y tres compañías de tiradores. Dos grandes y una chica. Las compañías eran: Mar, Nácar y Obra. Él estaba en la Obra, en una compañía helitransportada.

Relata que cuando llegó a Malvinas  le faltaban 30 días para irse de baja, que hacía 13 meses que estaba en Tierra del Fuego.  Recuerda que entre los ejercicios que venían haciendo en helicóptero sobre el lago Fagnano, realizaban transporte de grupos, desembarco y embarco de helicóptero, etc. También evoca que en junio, con 16 grados bajo cero, los sacaban a hacer campaña y que salía al campo contentos. Afirma que se congelaban pero que les gustaba hacer los ejercicios de tiro con municiones reales. Detalla que en Tierra del Fuego hicieron avances de combate hasta con aviones. Finalmente manifiesta “Estábamos preparados. A nosotros nos enseñaron mucho antes de ir a la guerra. Le guste a quien le guste, le pese a quien le pese”.

El día 9, los desplazaron al lado del Monte Longdon donde estuvieron por 6 o 7 días. Más tarde, los llevaron como compañía de reserva del batallón, como refuerzo del puesto de comando. Allí pasaron desde el 15  abril en adelante, arriba del  Cuartel  Royal Mariner, donde vivieron todos los bombardeos.

El 8 de junio les dieron la orden de tomar posición en un lugar donde nadie debía verlos, situación que les demandó caminar de noche 12 km para llegar. La noche del 11 de junio combatieron contra los ingleses que estaban queriendo tomar la altura del Monte Kent. El grupo  que estaba apostado allí se defendió desde arriba, los ingleses les estaban tirando desde la mitad cuando ellos les abrieron fuego desde abajo con su mortero, una ametralladora y un grupo de tiradores, frustrando así, la toma de Monte Kent.

El día 13 de junio suponían que iban a entrar en combate por la noche por cómo venían avanzando los ingleses. Combatieron desde las 21 PM. hasta las 02 AM. en lo que denominan un combate retardante. Pasaron de ser reserva de batallón, a ser “punta de lanza”. Ellos tenían que entrar en combate y saltar hacia la posición de atrás, así sucesivamente. Venían bien hasta que a las 02 AM le dan la orden de replegarse para apostarse nuevamente donde estaban antes.

Al respecto nos explica: habían tres grupos de tiradores que cubrían toda la zona y estaban apoyados –desde atrás- por tres ametralladoras y a su vez éstos, cubiertos por los morteros donde él estaba. Morteros pequeños que tienen un alcance 1800 mts. Él recuerda que el grupo con la ametralladora una, no podían saltar hacia atrás porque los ingleses se les habían pegado y recuerda que tiró municiones constantemente para apoyarlos, hasta agotarlas. Allí saltó hacia atrás dónde lo encontró a Centurión con su mortero, lo sacó a él y continuó tirando con su mortero. También recuerda que llegaron a una altura donde dejaron  a tres heridos que pidieron salir, cuando comenzó a nevar.

Darío nos relata que desde ese momento no recuerda nada más. No tiene registro de lo que sucedió de las 2 AM hasta que amaneció. Él no sabe cómo hizo para caminar los 7 km al Monte Tumbledown. Afirma que hay otro momento en Malvinas que él no recuerda a pesar que su amigo, “el negro”, algo le aclaró oportunamente. Lo único que se acuerda es que entraron en combate esa noche.  

El 14 de junio al mediodía ya estaban en Monte Tumbledown por entrar en combate, cuando toman conocimiento que todo el ejército estaba rendido, momento en que su comandante les dijo “Nosotros solos no podemos ganar una guerra” y dio la orden de replegarse hacia el pueblo. Darío afirma: “El batallón 5 fuimos los únicos efectivos que entramos al pueblo con todas las armas, desfilando y cantado la marcha de Infantería de Marina, después de haber combatido como leones”.

Nos comenta que cuando llegaron al pueblo los ingleses no se animaron a sacarles las armas. Describe que estuvieron así por 36 hs. que las armas de apoyo las habían destruido en el campo pero ellos permanecieron en un galpón, en el pueblo,  con el armamento prácticamente completo.

Retoma los episodios de olvido y nos cuenta que el 18 o 19 de junio, lo evacuaron en helicóptero al Buque Bahía Paraíso herido por un accidente que tuvo en el aeropuerto. Relata que lo hicieron bañarse después de más de 60 días, le dieron calmantes, lo pasaron a una cama y recuerda que le dijeron “te tenés que levantar”. El no recuerda ninguna experiencia de los tres días vividos en el buque. No recuerda haber almorzado, cenado, desayunado, ni haber ido al baño.

La siguiente notificación que su madre recibió sobre él, fue cuando se encontraba internado en el Hospital Naval de Puerto Belgrano. Recuerda que llegó por la noche, lo internaron y al otro día lo operaron reconstruyéndole la nariz y maxilar.

Describe sobre el accidente que se cayó desarmando unas chapas de aluminio que llevan unas  resistencias que no permitían la acumulación de nieve en las pistas del aeropuerto. Con esas planchas colocadas sobre tambores de 200 litros, armaron techos donde dormían debajo los 80 compañeros de la compañía. Una noche dice haber estado descompuesto. Rememora haber salido un rato con los compañeros a una fogata donde estaban tomando mate y que, al incorporarse, tropieza con una de las planchas que estaba en el piso y cae sobre otra, golpeando su cara sin atinar siquiera apoyar los brazos. Llamaron al enfermero, le inyectaron dos ampollas de morfina, mientras que le acomodaron provisoriamente su nariz.

Darío manifiesta enfáticamente: todo lo que hablen de Malvinas, todo lo que sea Malvinas…  “cada uno tuvo su guerra”. “Hay tantos veteranos de guerra como combatientes hubo, y cada cual tiene su historia.”

Reitera que “Estábamos preparado para eso”. Reconoce que algunos,  no. Admite que cuando fue a Malvinas pesaba 78 kilos y volvió con 62kg. Advierte haber pasado hambre pero siente que fueron bien preparados, que hicieron ejercicios en Tierra del Fuego que al principio no entendían para qué,  pero luego sí. Les enseñaron cómo bañarse con el agua helada de deshielo y cómo cuidarse los pies, entre tantas otras cosas… Afirma “nos enseñaron todo” y eso lo aplicamos allá. De los 80 compañeros,  ninguno vino con pie de trinchera, dicen los expertos, agrega. Sólo sufrieron 3 pérdidas.

El reconoce que se administraron muy bien con la comida, que comían poco, pero  recuerda que hasta el día 12 de junio recibieron rancho caliente, dado por el equipo de cocina del batallón. Cuando estuvieron al frente mandaban buscar su comida en unas marmitas. Dice que cuando saltaron para atrás, abandonando sus posiciones,  dejó 7 días de raciones sin tocar. El 14 a la noche volvió a comer ración. Él sabía que si entraban en combate las iban a necesitar. Reconoce haber bajado de peso pero no se queja y rememora que con su compañero de pieza -Negro Montañes- tomaba mate y fumaban para distraer el hambre.

Destaca que la única batalla que perdió Inglaterra, fue contra ellos en Pony´s Pass, con sólo 80 hombres, cuando los ingleses creyeron que éramos 2 mil. Razón por la cual el ejército gales, en Inglaterra, no desfila el 14 de Junio.

Como anécdota recuerda que  la tarde que lo operaron entró mucha gente, se acercó un hombre con intenciones de dialogar, cuando de pronto le preguntó “¿Querés una torta frita?” y con su rostro inflamado no dudó en decirle que ¡Síiii! aunque no podía ni abrir la boca. Cuenta cómo despacito se las ingenió para comérsela.  Luego le preguntó si  su familia sabía que él estaba allí y se ofreció para llamarlos. Su madre, una hora más tarde, salió para Bahía Blanca a verlo. Su madre y su hermana lo visitaron por 4/5 días hasta que volvió a Río Grande.

Cuando llegó a  Río Grande, Fabián Rousseló (hijo de Juan Carlos Rousseló) quién se desempeñaba en telecomunicaciones y que sabía que lo estaban trasladando a la compañía, lo esperaba para que completara la lista de catastro, que era el último examen que tenían que pasar, para irse de baja. Relata que la lista ya estaba cerrada con la firma del capitán médico y que habían dejado un renglón libre para que firmara él, gestión que lo favoreció porque si no tenía que esperar un mes más.

Agrega que cuando llegaron al batallón les dieron dos sueldos de colimba. Entiende por ello, que los militares fueron bastante honrados: “Acá tienen los dos meses que estuvieron en Malvinas”. De igual modo nos indica que su madre le enviaba todos los meses encomiendas con dinero y artículos de aseo personal, ya que lo que le daban no alcanzaba para sus salidas.

Manifiesta que lo peor de la guerra, dice que fue el regreso, la vuelta. Cuando volvieron se pusieron contentos porque vieron un Boing de Aerolíneas Argentinas, pero cuando subieron advirtieron que no tenía asientos. Vinieron  en el piso cerca de 400 soldados.

Siente que lo más duro  fue llegar a Ezeiza, en pleno invierno, cerca de las 23 hs y que nadie los haya ido a buscar, que nadie los recibiera. De allí, relata que los llevaban a Retiro o a Constitución en colectivos o camiones de la armada. Se bajaron y “arreglate”. Personalmente  aprecia haber tenido suerte porque pudo llamar a su madre, quien lo fue a buscar junto con tíos, hermanos, primos en tres autos. Vehículos que sirvieron para llevar a otros compañeros que no tenían a quien llamar por teléfono.

Llegó a Bs. As. el 01 de  Julio con la baja, estuvo dos meses sin actividad. Alrededor del mes de agosto, desde el gobierno, recibe la posibilidad de trabajar para Ferrocarriles Argentinos, ENTel o Municipalidad y por sugerencia de su madre solicita entrar al Hospital Municipal Dr. Diego Thompson de San Martín, provincia de Bs. As. como personal de estadística. Entró a trabajar en septiembre y en diciembre comenzó a estudiar enfermería. Profesión que le permitió conocer a  su mujer, quien fuera en esa oportunidad, su paciente. Ambos luego, fueron enfermeros

Norma nos cuenta que durante muchos años él rechazó lo que le daba el gobierno. No recibía ni las medallas. Y un día estando embarazada, ella le pidió que al menos lo hiciera por sus hijos. Desde aquel momento comenzó a recibir las pensiones y reconocimientos.

Darío nos aclara que le daba mucha bronca ir  a cobrar la pensión al banco. En el año 1991 era de $143 pesos, el dinero equivalente a 6 hs extras de un día de su trabajo. Norma acota que lo que el pueblo entregó en las colectas para ellos durante el conflicto,  a ellos no les llegó nada. Sin embargo Sergio describe que cuando entraron al pueblo pasaron por el apostadero naval, lugar de abastecimiento de la Armada, y allí recuerda que les dieron cosas. Dulce de batata, barra de queso, entre otras cosas. Recuerda que se juntaban  13 compañeros y se pegaban unos atracones que los llegaba a descomponer por lo poco que venían ingiriendo.

Finalizando la entrevista nos dice que lo mejor de la guerra fue la gente, sus compañeros, hoy hermanos, con los que se reúne en  una hermandad indescriptible de afecto. “Cuando nos juntamos nos hacemos un mimo al alma”. No les importa el dinero invertido, ni a dónde tienen que ir.

Dice mantener una excelente relación con los compañeros y jefes del batallón. Recuerda que hace dos años fueron a Cacatí más de 100 compañeros, cuando lo declararon ciudadano ilustre al que fue Comandante de ellos. Recibieron también al encargado de compañía que era suboficial segundo en esa época, como también a su jefe de grupo –cabo principal en aquel momento-. Recuerda que su  comandante fue muy reconocido y que fue invitado oportunamente a Inglaterra a dar charlas, mientras que algunos oficiales de ellos hicieron lo mismo en Perú, Brasil y otros lugares.

Darío  cuenta que la vigilia de Río Grande es la más grande que se hace en el país y que, hace seis años atrás, ellos fueron a desfilar, después de 33 años. Su esposa lo acompañó. Relata que desconoció hasta la emoción a la ciudad de Río Grande, a la distancia. No podía cree lo que había crecido. De tener 8 mil habitantes pasó a tener 50 mil habitantes, después de 32 años.

Refiere que en aquel entonces el batallón era, para Río Grande, panadería y centro de salud. Describe que en orden estaban: el Batallón, la ruta tres y el mar. Que sobre el mar realizaron un monumento a Malvinas que lo describe de modo  tan impresionante que, cuando lo vió, lo hizo llorar desconsoladamente. No sólo por su significado sino por lo que el lugar convoca. A todo el pueblo entero.

Cuenta que en aquel entonces cuando se formaba y se izaba la bandera, el saludo se escuchaba de una punta a la otra del pueblo. Y que en el último viaje le dio mucha pena ver un solo trompa tocando, dos izando la bandera y sin formación, cuando antes eran más de mil personas, estaba todo aceitado y  no faltaba nada. Rememora que en el año 1982, Río Grande tenían el cine más grande de Tierra del Fuego. Allí tenían misa, tocaban los conjuntos. Con mucha gracia recuerda que, la última  película que vieron en el cine fue: “La colimba no es la guerra”. Así nos despedimos.

 Entrevista : María Cecilia Pérez

Fotografía y videos: Dolores de Torres

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