Manuel Ramón Dorrego

Manuel nos cuenta que en el año 1982, estaba en un cumpleaños con su familia, cuando lo llamó el General Benjamín Menéndez, quien era su amigo, y le solicitó que a la mañana siguiente se presentara en el comando en jefe. Le pronunció que estaba sorprendido.  Menéndez le explicó que llegaría una delegación de oficiales americanos y que como él había estado como delegado militar en EEUU, le serviría de ayuda, su presencia en la reunión. “Me vendió el cuento y lo compré”.

Menéndez lo comprometió a que no dijera ni una palabra sobre ello, ni siquiera a su mujer y así lo hizo. Al otro día fue al Estado Mayor y los reunieron en un salón todo cortinado, cerrado, conjuntamente con Leopoldo F. Galtieri, otros coroneles y generales que iban a intervenir en ello. Ahí se les explicó cuál era el motivo de la reunión, porque se hacía y que eso tenía “una victoria ganada de antemano”.

Manuel desconocía si eso era así, describe que “estaba en otro mundo” porque estaba lejos de todo eso. Estaba en su unidad haciendo su actividad común. Estaba en el comando de arsenales de subjefe y  cuando volvió de la operación, lo nombraron comandante de arsenales.

Nos explica que cuando se trata de una guerra, no todos conocen los detalles, tienen un Estado Mayor que se ocupa de atender todos los componentes previos al combate, el trabajo de inteligencia. Él estuvo a cargo de la parte de ingenieros.

Reconoce que una gesta tan importante como fue defender la bandera argentina, el patrimonio y el territorio se constituyen en un problema y una lástima sino se reconocen a quienes participaron en ella, ya que no fue gratuita y no se pasó bien. “Fue muy dura, pasaron momentos muy muy difíciles y se sobrepusieron a los episodios más graves y muchos de ellos, fueron con resultados altamente satisfactorios”. Comenta que en dos o tres  episodios de guerra los argentinos han pasado por encima a los ingleses, a tal punto que la cantidad de bajas y heridos fueron equilibrados. El ejército británico no llega a 700 bajas, similar a lo de los argentinos, que además, la gran mayoría corresponde al hundimiento del Crucero Gral. Belgrano.

En combate, Manuel asegura, que los británicos tuvieron más pérdidas que las nuestras. Y manifiesta que lo que pasó, fue porque los ingleses tuvieron un poder de armamento superior.

Recuerda que cuando tuvieron que entregar las armas, cada uno llevó personalmente la suya y la depositó en una montaña de armamento. Cuando eso terminó, 5 helicópteros que estaban haciendo cola, se adelantaron de a uno, con un elemento magnético que atraía metales, bajaba, tomaba las armas y se dirigía al mar  para tirarlas. Manuel siente que eso fue “un bofetón a la cara”. En relación a ello dice “sabíamos que nuestro armamento no estaba a nivel de los de ellos, pero tampoco era para recibir un desprecio de ese tipo”. Fue como decir “esto guárdenselo”. “No lo necesitamos porque tenemos mucho más”.

Sobre las tres fuerzas refiere que actuaron maravillosamente bien, pero si hubiera que destacar a una, reconoce que fue la de aeronáutica, con las acciones de los pilotos suicidas. Así como los japoneses fueron kamikazes, siente que ellos fueron iguales. “Tiraban a la torre y seguían. Por supuesto que algunos cayeron”.

Manuel entiende que los ingleses estaban mejor provistos de armamento, no sólo en cantidad, sino también en la magnitud de los vehículos de guerra que poseían y eso en relación a la pérdidas, teniendo en cuenta las diferencias de uno y otro, hace que valga doblemente el mérito de lo que se ha logrado.

“Si con eso que teníamos pudimos hacer un enfrentamiento  como el que se hizo”….

Manifiesta que no había modo de medir el poder que tenían ellos, con respecto a nosotros. Por ejemplo la utilización de los anteojos infrarrojos. En la guerra, señala que la utilización de ese elemento fue fundamental, porque las noches fueron muy oscuras y en medio de un clima hostil y frío, con lloviznas permanente…”. “Eso fue lo que vieron

Con respecto a la información, agrega que un periodista de guerra, que infiere que debe haber sido designado por Galtieri, desde un lugar de la Isla “macaneó” todo el tiempo. Cree que transmitía desde una oficina que tenía. Recuerda que decía cosas aberrantes hasta que llegó el momento en que fue tan desigual el resultado, que no pudo seguir mintiendo de esa manera. Acota que ese tipo de acontecimientos, que no han trascendido, más allá que entre los que les han tocado vivir esos episodios, no le hace nada bien a nuestro prestigio nacional. No lo dice porque eran civiles, sino por la resignación que provocó todo eso “De la euforia a la depresión, sobre todo por estas manifestaciones de la impresión que ya los estábamos aplastando… y de golpe y porrazo… (dejó sin concluir la expresión)”, “Es como si estuvieras ganando un partido de fútbol en el mundial y te meten un gol”.

Manifiesta que hay muchos episodios del conflicto, dignos de revelarse. Desconoce si se están recopilando pero  comenta tener un libro sobre ellos y describe que han sido brillantes. Al respecto exterioriza: “Muchachitos jóvenes de 30 años, brillantes”, “dieron su vida”.

Respecto de la comida en la Isla manifiesta que se dijo que no había la suficiente y afirma que no fue así. El problema fue distribuirla porque la densidad de la composición del suelo – la turba- no permitía hacer pie. Las fuerzas tenían todo desplegando, pero no se podía distribuirla, menos sostenerla en cantidad y calidad (caliente). Tema que entiende que, se superó bastante al comienzo cuando comenzaron a llegar las cocinas rodantes que convenientemente dispuestas ayudaron a acercar la comida. Empezaron con un solo lugar y después se fueron multiplicando. Eso solucionó bastante pero no totalmente las demandas, porque era imposible contrarrestar las condiciones del suelo y las distancias.

Los vehículos livianos podían pasar sobre la turba, pero los más pesados no, porque quedaban varados. Entonces  el traslado de comida y armamento se dificultó. En parte y hasta tanto no llegaron las tropas enemigas mucho se trasladó en helicópteros, otro tanto se embarcó y ayudó a mejorar la provisión de armamento.

Pero, opina que, no fue lo mismo tener todo el armamento todo junto y llevarlo al lugar adecuado para su uso, que desarmarlo para transportar cada parte y luego armarlo. “Todo esto fue producto de una falla muy grande de preparación”. Cree que no hubo una real preparación del ejército para un combate de esta naturaleza, donde estaba el país de por medio. Los responsables pensaron que la sorpresa iba a ser un factor definitivo y que con la cantidad de soldados que se mandaron (12.000) iba a ser suficiente para que se dieran cuenta que ahí no podrían hacer nada, partiendo de la certeza que no había base aérea para que decolaran los aviones ingleses. Situación que cambió cuando los amigos chilenos le permitieron apoyarse en Punta Arenas. El único lugar de apoyo que tuvieron. Cree que de no haber sido por ellos, los ingleses no hubieran podido aterrizar. Ese fue otro de los errores, pensar que nadie le iba a brindar apoyo a los británicos.

“El amigo Pinochet permitió todo eso, lo que generó un desequilibrio muy  grande”.

El otro error fue que llevaron 3 submarinos de guerra, mientras que nosotros teníamos uno sólo. Lo bloquearon, le dejaron una salida para que se fuera y a partir de allí se cerraron todos los accesos. De allí, que la duración del combate no podía ir más allá de una semana, ya sea por hambre o por frío.

Ellos cuidaron un poco ese aspecto para no mostrar un desequilibrio tan grande que los hiciera restar prestigio a ellos. Eso se tuvo en cuenta. Esta información está en los libros para quienes les interese, pero alude, “ya está”, “ya pasó”.

A nosotros nos dieron una oportunidad de dejar entrar al Rompehielo Irizar, que se utilizaba para hacer operaciones en el polo, porque llevaba armamento y comida para todos, para históricamente aparentar una fuerza de igual poder, cuando había una desigualdad impresionante.

Eso fue lo que costó poder recuperar las Islas Malvinas”. Personalmente, nos cuenta que le tocó vivir todos estos momentos y “siempre han demostrado tener falencias muy grandes, como la de hacer vivir la realidad de lo que se estaba haciendo”. Y bueno, el resultado está ahí a la vista.

El combate, frente a frente, no duró más que una semana. Ellos no avanzaron más esperando que nos rindiéramos, por sueño, por frío, por hambre. Había un desequilibrio tremendo.

Manuel nos cuenta que durante el conflicto, perdió a su yerno. Detalla que él estaba adelante y que se produjo cuando se llevó a cabo el desembarco,  en la zona de acercamiento de los datos que se otorgan a los de artillería para que puedan tirar con precisión…saber dónde están… y por dónde vienen.

Sobre los  veteranos que estuvieron en el conflicto, Manuel le atribuye al Estado la negligencia de no encontrar la verdad sobre la cantidad real que participaron en el conflicto, teniendo todos los elementos de juicio para hacerlo. Pronuncia “Más pasa el tiempo, más difícil va a ser”. Sobre ello nos cuenta como anécdota que un teniente  coronel subalterno de él, ya fallecido, llegó en el último barco que trajo los víveres. Reconoce que estuvo en Malvinas pero que no hizo nada, sólo  custodiaban los víveres, los organizaron y distribuyeron. Finalmente se fueron y sin embargo, expresa, ese hombre cobró.

Indica que los primeros 7.000 soldados que llegaron a las islas, estaban en actividad, haciendo la conscripción. Luego se incorporaron soldados que habían sido dados de baja porque tenían instrucción. El excedente, el complemento que se suma a último momento, cuando se iba desbarrancando el conflicto, fueron 5.000 más. Otro error tremendo, ya que no era gente lo que hacía falta.

A su juicio, Manuel opina que un veterano de guerra debe reunir ciertas condiciones que lo hagan merecedor de esa distinción, haber participado de esa acción gloriosa de nuestro país. No de un visitante. “No es lo mismo que aquel que dio su vida hasta último momento”.

Manuel se retira de la carrera militar cuando le hacen ver que no era oportuno ascenderlo y le sugieren que espere. En el interín recibió una propuesta de trabajo en Bs. As. muy tentadora, que aceptó. Fue a trabajar  con Vassalli, el productor más grande de Sudamérica de maquinarias agrícolas, en Firmat.  Describe que esta oportunidad fue producto de una relación laboral que nació genuinamente de haberse apoyado recíprocamente, durante años, desde otras funciones. Luego pasó a ser Director de la Cámara de Maquinarias Agrícolas por 25 años.

Actualmente Manuel vive en Villa Cura Brochero. Nos cuenta que estuvo felizmente casado con su mujer, quien falleció en el año 2009, con quien estuvo compartiendo su vida desde los 16 años. Tiene seis nietos, cuatro de su hija y dos de su hijo. Nos muestra todos los diplomas y fotos exhibidas en las paredes de su casa. (Título de subteniente otorgado por Perón, Curso de Ingeniero Militar en la Escuela Superior Técnica del Ejército. Designación en Malvinas como Secretario de Obras Públicas. Distinción como Ministro de Obras Públicas de la Provincia de Santa Fé…entre otros…)

Finalmente expresa:  “Tuve mucha suerte y no me arrepiento de mi vida.”

Entrevista: María Cecilia Pérez                                                                                                       Fotografía: Dolores de Torres

   

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