Gilberto Ramón Ledesma, nació el 6/05/1963, en Chancani donde falleció el 07/6/2013
La historia de este veterano la tuvimos por medio del recuerdo de su compañero en la conscripción y en Malvinas- Ivar Romero-y por los aportes que hicieron su madre Rosalina Heredia, de 96 años, su hermana Norma y su sobrino del alma: Javier.
Este relato esta después del que hizo Ivar, porque parte de esos recuerdos de los que habla, los vivenció con “Ledesmita”, a quien por el sobrenombre mismo delata el afecto que le tenía. Compartieron el servicio militar en el mismo regimiento, el destino mismo en Malvinas, ser prisioneros de guerra durante un mes y volver a casa juntos en el mismo colectivo.
Norma es quien amplia con descripciones sobre su familia. Eran ocho hermanos y han fallecido dos. “Cuando Gilbert- Negucho-volvió de la guerra, volvió bien, pero con el tiempo se enfermó”. Su padre lo hizo revisar y que se hiciera estudios médicos. El resultado fue que “estaba bien, pero le dieron unos remedios que nunca quiso tomar”. Comenzó a sufrir delirios donde se notaba que pensaba que la guerra podía causarle mal a su familia. Nunca fue violento. Daba la sensación que los quería proteger de algún daño que les podían hacer por la guerra.
Con el tiempo comenzó a perder la coherencia por un rato, “después se le pasaba”. Hachaba leña y trabajaba en el carbón. Cuando su padre falleció, Gilbert quedó con su madre en el campo que tenían en La Patria. Se hizo cargo de todo lo que había que hacer allí. Norma se mudó a Villa Dolores hace unos veinte años y en el momento del fallecimiento de su hermano, estaba solo, porque su madre se había enfermado y la cuidaban en Villa Dolores.
Negucho tenía la costumbre de encerrarse en su habitación. Otro hermano lo encontró “asfixiado con una pérdida de gas de la garrafa”. Era el 7 de junio de 2013: “Lo halló desvanecido y lo llevó en una chata hasta Chancani, y desde allí en ambulancia hasta Villa Dolores y ahí falleció”
Norma era mayor que Negucho, cuatro años, por ese motivo eran muy compinches: “en las malas y en las buenas”. Cuenta que su hermano volvió un mes después del fin de la guerra, porque estuvieron prisioneros de los ingleses. Un recorte de diario da cuenta de ese retorno de mas de quinientos prisioneros que volvieron al país a mediados de julio de 1982 y entre ellos venían Gilbert e Ivar.
Un 8 de abril de 1982 lo llevaron desde Comodoro Rivadavia a Malvinas, con 18 años. Perdieron todo contacto con él. Recibieron una carta donde les pedía alimentos “porque tenía hambre’. Un día volvió a la casa, sin avisar. Un tío lo llevó hasta La Patria.
Norma trae fotografías familiares donde vemos a un Gilvert adolescente y luego a un joven entre amigos, con los hermanos y también una foto vestido de soldado. Contó que le gustaban mucho los animales, y que “después que faltó debieron venderlos porque ya no había quien los cuidara”.
Ivar nos dice que Ledesmita no sabía escribir y le pedía que le escribiera cartas a su familia pidiéndole arrope, quesillo de cabra. Ellos siguieron tratándose después de la guerra. Ledesma necesitó terapia y no la tuvo.
Cuando salió la ley Nacional en 1993, buscaron a todos los veteranos para reempadronarlos y que pudieran cobrar esa pensión. Una vez fue a visitarlo a Ledesmita y “compartieron una noche hermosa, compartiendo vinos”. Tenía una inocencia sin maldad. Era muy buen tipo, de campo. Muy sencillo. Sufrió mucho el servicio militar “porque le tomaban el pelo”, luego sufrió mucho durante el conflicto. En la post guerra se perdía, tenía episodios de volver a estar en la guerra. Si oía un avión creía que era de los ingleses. Una vez fue a visitarlo y Ledesma se escondía para ver quien venía y lo denunció diciendo que los ingleses habían entrado a su campo. No confiaba en nadie. Cuando cobró la pensión no la gastaba, asique le abrieron una caja de ahorro para que depositara la plata ahí y no la tuviera en mano.
El otro aporte sobre este veterano lo da su sobrino Javier Ledesma, quien nació después de terminada la guerra, y nos habla de ese tío “a quien considera como un padre, porque se crio junto a él”. Le cuesta “sin que se le caiga una lagrima”, hacer un relato sobre ese tío. Gilbert tenía “una mezcla de inocencia y bondad”. Tenía un malestar psicológico que no le impidió “tener un corazón inmenso’.
Nunca contó nada sobre Malvinas. Considera Javier que todo lo que es ahora, se lo debe a Negucho. Le inculcó amor por la actividad física, estar bien, amando las fuerzas militar y policial. Cree que por eso estudió profesorado de Educación Física y entró a trabajar en la policía.
Gilbert era una persona correcta, trabajador, no le gustaban los vicios, con un gran corazón. Trataba bien a todos. No hay nada que se le pueda reprochar. Sobreprotegía a sus seres queridos, “quizá por lo que había vivenciado o por lo que lo marcó la vida”.
Para Javier la muerte de su tío fue una perdida grande, “siente que se fue su padre”. La causa de la muerte fue por una perdida de gas y porque se mantenía encerrado en su habitación, porque tenía miedo-como secuela de la guerra-.
La guerra no le sacó el gran corazón que poseía y todo el amor que tenía para dar. Javier nos cuenta que “no ha conocido a persona mas buena que su tío Negucho, sin ninguna maldad”. Pensaba siempre en los demás, antes que en él
Entrevista: Mary Luque
Fotografía: Daniel Murua.