LEYRÍA Omar Ricardo del Tránsito. Soldado Conscripto / Ejército.
Lugar y Fecha de nacimiento: 14/08/1963 La Cocha. Lugar de Residencia: V. Cura Brochero.
Fecha de fallecimiento: 12/3/2011
Su esposa se presenta como María Soledad Olmo. Están presente 7 de sus hijos -María Soledad, Fernanda, Jonathan, Franco, Matías, Juan y Nahuel- algunos nietos y Ramón, un hermano de Omar. Falta una hija que vive en Carlos Paz – Tamara- y su hijo mayor, Ricardo, que está trabajando.
Su hermano Ramón nos cuenta que Omar fue el sexto de diez hermanos. Que vivieron en el paraje de la Cocha, pasando la cuesta de Cura Brochero, Departamento de San Alberto. Actualmente quedan vivos, solamente 4 hermanos. Reconoce que han sido pobres y han trabajado toda la vida. A ellos les decían “Los chocleros” porque de niños sembraban zapallos y choclos y venían al pueblo a vender.
Relata que Omar estaba haciendo el servicio militar cuando le dieron una licencia de un mes, pero él decidió quedarse dos meses. Recuerda que un día salieron de su casa y se encontraron con Britos, un compañero de él, quien se iba de baja. Él le dijo a Omar “andate mañana que tenés la baja” y sabiendo eso, Omar no fue. Cuando vuelve a presentarse, lo declaran desertor y no le dan la baja. Soledad aclara que al declararlo desertor, lo dejaron un tiempo más y lo llevaron a la guerra. Recuerda que Omar le contaba que los subieron a un avión y los llevaron sin decirles a dónde. Siente que Omar quedó castigado y por eso, le tocó ir a las Malvinas.
En la Cocha, dice Ramón, vivía Britos que era de la misma clase que Omar. Él tuvo la baja y esperó que lo llamaran para participar en la guerra. No lo llamaron. Muere joven a los 33 años. “Si Omar no hubiera estado castigado, no hubiera ido a Malvinas”. Soledad dice que recordarlo es por un lado triste y por otro, les hace bien hacerlo.
Ramón cuenta que, cuando lo llevan a Comodoro Rivadavia, al hermano lo suben al avión una noche. Fueron todos a despedirlo. Hacía frío y cuando advierte que Omar iba de camisa, se saca el saco eludiendo a un soldado que quiso detenerlo, corrió hacia el avión y allá lo detuvieron más militares que le preguntaron si estaba loco. Él le respondió: “no estoy loco quiero darle esto a mi hermano”. Los soldados tomaron el saco y le dijeron “no se ponga así, si no lo llevan para matarlo. Va por un año y se lo devuelvo”. Reflexiona (emocionado) en voz alta… “si yo supiera quien me dijo eso”…
Su esposa nos cuenta que Omar hizo el servicio militar en Comodoro Rivadavia, en el Regimiento de Infantería N° 8 y que su destino en Malvinas, fue Darwin. Su compañero de trinchera fue Raúl Allende. Nos relata que quedó con muchas secuelas a raíz de las esquirlas recibidas. Que cuando se afeitaba se lastimaba su cara. En sus piernas también tenía heridas y su mano le quedó inmovilizada porque fue mal operado.
Dicen que finalizada la guerra, a Omar lo llevaron en el buque de transporte Canberra, que lo atendieron muy bien. Lo bañaron, le dieron de comer, lo curaron, le pusieron clavijas en su mano hasta que los trajeron a Bs. As. dónde fue operado porque se le habían cortado sus tendones. Relatan que mientras estuvo internado lo visitó Luis Landriscina y Amalita Fortabat quienes, oportunamente, le regalaron un grabador.
Soledad relata que Omar decía “Eran gauchitos los ingleses”. Recuerda que él dijo que los habían tratado mejor que los argentinos. Además cuenta que les dieron dos recordatorios. Una cuchara que en el mango decía Canberra y una lapicera que tenía un barquito que se deslizaba al moverla. Recuerdos que, oportunamente, le entregó a su suegro.
Ramón retoma el relato y nos cuenta que cuando finalizó la guerra su hermano Dionisio, fue a buscarlo porque nadie sabía nada de él. Dice que los militares les mintieron mucho. Les decían “que llegaba hoy, que llegaba mañana, que estaba bien, que estaba mal”. Después se enteraron que no estaba bien. Que estaba internado en Bs.As. Dice que su hermano cuando lo halló, volvió muy mal, no sólo por Omar sino, por todo lo que había visto. Soldados amputados, heridos, lastimados. Tardó mucho en recuperarse porque decía que los clamores se sentían desde lejos.
Soledad agrega que cuando Dionisio encontró a Omar en Bs. As., se escaparon para irse a tomar algo y después volvió al hospital. En la escapada, su hermano le compró pantalón y calzoncillos. Luego regresó al hospital.
María, su hija, recuerda que su padre no hablaba mucho, que no supieron mucho y manifiesta “si él contó, ellos eran muy chicos y no recuerdan”. “Él era una persona cerrada”. Su esposa cree que Ricardo (el hijo mayor) debe saber algo más porque era con quien siempre salía, siempre iban al campo a la casa de su suegro, juntos. Ella recuerda que le contó que pasaron mucho frío, mucha hambre y que eso lo llevó a robar una oveja, que comieron cruda. Cuando fueron descubiertos, los castigaron y los estaquearon bajo la nieve, desnudos. Creen que pudo haber estado con Raúl en esa oportunidad. A colación traen a la memoria una película “Iluminados por el Fuego” donde, dicen, se relatan situaciones similares.
Su hijo relata que Omar le contó que perdieron la guerra porque los ingleses estaban mejor equipados y tuvieron ayuda de otro países. Su otro hijo agrega que estaban en la primera línea del combate, que Raúl era el que tiraba y el cargaba y que cuando a Raúl lo hieren, el cargaba y tiraba. Ahí, recuerda que, lloró y no quiso contar nada más. Soledad cree que ellos se querían rendir porque estaban sufriendo mucho frío y muchas pérdidas de compañeros. Fernanda recuerda que Omar contaba que ellos salían a disparar sin saber si mataban al enemigo, a su hermano o al mejor amigo. Era disparar y disparar.
El hijo recuerda que una vez Samuel les trajo una película y que la miraron en familia mientras le hacían preguntas a Omar. Recuerdan que la miró hasta la mitad, se levantó y se fue.
Soledad detalla que tenía los pies muy afectados, sufría mucho porque a él se le habían podrido los pies, producto de haber tenido los borcegos y las medias mojadas durante los meses que estuvieron allá. Situación que no se le curó nunca. Ramón nos recalca que Raúl Allende puede contarnos mejor porque él, fue quien les contó todo. Que las bombas que caían no lo alcanzaron directamente, pero si las esquirlas, y que como estuvo a la intemperie tirado, el hielo hizo que le dolor se agudizara.
Soledad cuenta que en un documental sale una foto de Omar con todos sus parches, vendajes. Porque a él le pegaron en el casco, le abrieron su casco y lo curaron. Así salen en el video.
Ramón cree que los militares no les dieron de comer durante la guerra. Admite que Raúl y Omar contaron al respecto que los ingleses cuando los tomaron prisioneros, les abrieron un galpón donde estaba todo lo que las familias habían enviado. Ramón recuerda que Galtieri, en un reportaje, había dicho que las familias iban a desconocer a los soldados cuando volvieran porque iban a tener dos o tres kilos de más, cuando lo único que trajeron de más, fue la humedad en la mochila y en el cuerpo. Recuerda sobre la anécdota de la oveja que, cuando los encontraron en vez de perdonarlos y permitirles comer, lo tiraron arriba de la humedad. Ellos, reconocen, haberle mandado un montón de cosas. Dionisio era quien se las mandaba. Rememora también, que en el Palacio Municipal y en la plaza San Martín habían urnas para que la gente dejara allí objetos de valor. Refiere haber visto mujeres sacarse los anillos y cadenas para echarlas ahí. Dice que no sabe que deben haber hecho con eso, imagina que lo llevaron para las familias de ellos, porque nunca supo qué pasó.
Soledad cuenta que viendo los documentales de Malvinas se enteraron muchas cosas desconocidas por ellos.
Ramón recuerda que la tarde que llegaron todos los conscriptos, fueron a esperarlo a la terminal de Córdoba. Relata que era un mundo de gente llorando, que habían banderas por todos lados y anunciaban por los parlantes la llegada. Finalmente lo hicieron en la plaza ubicada frente al Hospital de niños. Dice que corrió de la desesperación, se cayó y mucha gente pasó por encima de él, que fue un policía quien lo ayudó a incorporarse. Llegaron 27 ómnibus con soldados y no lo encontró. La gente se golpeaba y lloraba. De tanto preguntar, alguien le dijo que se había bajado en ruta 20. Volvió a la casa de su hermano pensando encontrarlo y no estaba. Fueron a averiguar y le dijeron que llegaría una segunda tanda de soldados. De tanto esperar, dice que después “apareció solo”. El reencuentro con Omar fue muy emotivo. Lloraron mucho y se abrazaron. Su padre, aún, estaba vivo.
Ramón afirma que, a Omar le tocó la mala suerte de ir a la guerra, que volvió muy golpeado en la cara y que “como todos vienen que les gusta el vino”….ellos no pudieron sacarlo de la bebida. De todos modos asume que ya venían de familia tomadora.
Su mujer cuenta que a Omar lo conocía desde chica, pero cuando volvió de la guerra, ella vivía en el Barrio Argüello – Córdoba Capital- y un hermano de él, era su vecino. Se conocieron, vivieron 10 años juntos y después se casaron. Tuvieron nueve hijos. Vinieron a vivir a Traslasierra hace 23 años, primero vivieron en el campo con su suegro y luego en Brochero. En dos piezas criaron a sus hijos y un nieto. Antes de que falleciera Omar pudieron techar un ambiente delante de los dos que tenían previamente.
Lo recuerda como una muy buena persona que sólo tenía ese defecto, la adicción al alcohol. Cree que también fue falta de apoyo hacia los excombatientes de Malvinas. Manifiesta que Omar no tenía acá -en V. C. Brochero y en Mina Clavero- una buena atención para su problema y el alcohol lo llevó a que tuviera ataques, que se perdiera. Afirma: “sufrió mucho”. Fue un buen padre y una buena persona. Creo que los hijos pueden decírselo.
María S. expresa que él se resguardó en la bebida. Exclama: Hay que vivir con todo lo que ellos pasaron! Hay que tener todo el tiempo eso en la cabeza! Declara que no tuvo un apoyo continuo del Estado que le brindara una terapia que le permitiera descargar todo eso. Nunca se lo dieron. El alcohol fue su escape para olvidarse de todo lo que había vivido.
Soledad agrega que los tratamientos psicólogos y psiquiátricos que recibió lo dopaban. Expone que lo internaban un tiempo, lo traían y era un zombi porque él estaba dormido. Era tal la forma en que lo empastillaban que él no era dueño de sus actos, ni controlar esfínteres podía. Ella asume que, asesorada por otro médico amigo, solía bajarle un poco las dosis que le daban para la abstinencia y los nervios. Pero afirma que él, nunca tuvo seguimiento adecuado. A él le decían “el loco de la guerra”. Recuerda que cuando fue a tener a uno de sus hijos, la doctora le dijo:… pero cómo vas a tener un hijo con un loco de la guerra. Reitera que ellos no fueron bien tratados, eran considerados “los loquitos de la guerra”.
María S., nos cuenta que otro vecino veterano, que se llama Oscar Rivero, también padeció una situación como la de su papá. Expresa: “Ellos tomaban todo el día, desde que se levantaban hasta que se acostaban”.
Fernanda –hija mayor- agrega que su papá no solía hablar mucho, a veces quería contar lo que habían vivido junto a Raúl Allende y a veces no, que fue una experiencia muy fuerte, supone. Desconoce si le ocasionaba dolor, o si era algo tan feo, que no lo quería contar.
Recuerdan que en una oportunidad Omar se juntó con algunos veteranos de guerra en Villa Dolores, que lo llevó Jorge Celiz. Cuentan que lo visitaban Samuel Coronel y Javier Zapata, siendo este último quien lo ayudara cuando Omar tuvo que ser operado de la vesícula en Villa Dolores. Encargándose de los trámites de traslado, desde el viejo hospital de Mina Clavero al Sanatorio Mayo, en Córdoba. Soledad dice que en ocasiones no sabía qué hacer y que sus compañeros, siempre la ayudaron e incluso los consideraban para cuando realizaban los actos en su memoria.
María S. acota que ellos nunca dejaron de asistir a los actos, a veces no todos lo hacen por compromisos familiares, pero siempre asisten. Eso les permite preservar el nombre de su padre en la historia y tenerlo presente. Afirma, además, que siempre les entregan un presente a la familia.
Fernanda cuenta que una vez quisieron homenajear a Leyría entregándoles una ofrenda floral, y si bien aclara que la ofrenda floral no la ofende, dejó claro que quieren un presente tangible. No algo que perdure unos días y después se descarte. Prefieren algo que de alguna manera les permitan recordarlo en el tiempo.
Señalan que les es grato recibir siempre un presente. Piensan que por más que él no esté, están sus familiares. Sienten orgullo de todo lo recibido, al tiempo que Fernanda manifiesta “si podemos tener más cosas de él, mejor.” Imagínense, dice:… “somos 9 hermanos y si quisiéramos dividirnos los presentes, por ahí, no se puede porque somos muchos”. Nos cuenta, además, que hay una calle que tiene el nombre de su padre. “Soldado Omar Leyría”, que está ubicada cerca de la casa de él.
Cuentan que algunos presentes también están en el cementerio de Panaholma, lugar donde está sepultado y al que visitan, a pesar de reconocer que “allí no hay nada”.
Fernanda nos relata que no es hija sanguínea de Omar, que lleva el apellido Olmo, de su madre, pero se siente muy orgullosa que le haya tocado como padre. Muy emocionada (entre lágrimas) nos relata que vivieron muchas cosas buenas y malas, siente mucho dolor por su ausencia. Comenta que cada 02 de abril, asiste a cada acto y si los veteranos necesitan ayuda, siempre acude. Incluso si tienen que salir todos los hijos juntos, que son un montón, afirma “acá estamos”! Ella confirma que está y estará siempre con sus hermanos, mientras Dios les de vida y en apoyo a su madre. Se sintió muy orgullosa de formar parte de este proyecto porque quiere que la causa por los veteranos continúe siempre, para ellos, sus hijos, nietos y bisnietos. Soledad acota que Omar tiene 21 nietos.
María agrega que hace un año se contactó por Faceboock Germán Stoessel con ellos, para ubicar a su padre, pero él, ya había fallecido. Él les informa que lo buscaban unos enfermeros ingleses del Canberra que a Omar lo llamaban “Rocky. Fueron quienes lo atendieron una vez que había caído como prisionero de guerra y le habían sacado una foto, que luego le entregaron. Esta pareja -oriunda de Tierra del Fuego- le había tomado mucho cariño al padre y fueron quienes le hicieron una placa recordatoria que hoy está en San Lorenzo. Él les contó que el sobrenombre se lo atribuyeron por cómo le había quedado su mano.
Nos muestran fotos de los desfiles al tiempo que dicen que perdieron algunas que cedieron a un Museo que dirigía el Sr Altamirano Marcelo que actualmente está cerrado, desconociendo dónde quedaron.
Soledad relata que Omar fallece en Córdoba, en el sanatorio Mayo. En ese entonces, el médico le explicó que ya tenía como ataques de epilepsia por el alcohol que tenía en sangre y éste llegaba al cerebro. Previamente describe que había sufrido mucho de la vesícula pero no llegaba a operarse por su adicción. Después de operarlo, lo derivaron pero dice “ya estaba todo tomado”. Muere por cirrosis y pancreatitis.
Ramón suma que el médico le decía “Usted, ya no tiene hígado. Si deja de beber por 5 años lo recupera, pero él no llevaba el apunte”. Cuando muere el padre de Omar dice que todos lucharon para que el dejara el hábito, pero Ramón decía “no lo sacó mi padre, menos lo vamos a sacar nosotros. Déjenlo que tome”. Reconoce que no luchó tanto como sus hermanos para sacarlo adelante.
El padre de Omar falleció en el año 2001. Reconoce que le pasó lo mismo que a Omar con 73 años y que logró salir por voluntad propia. Fallece con 80 años a raíz de una intervención quirúrgica a la que se sometió por haberse quebrado la cadera. Lo operaron teniendo Chagas. Autorizaron su intervención porque de tanto estar acostado se había llagado y porque les aseguraron que la anestesia no le afectaría la salud. Dice que el padre ese día llamó a su hijo Manuel y le afirmó que él se moriría ese día. Ese día falleció. Omar vivía pendiente de su papá, vivía a 13 km de su casa pero todos los días, él iba a visitarlo. Ellos perdieron su mamá siendo chicos. Ramón reconoce que lo único que tenían era su padre. Lo deterioró mucho su muerte. Entre hermanos fueron muy unidos, pero su fortaleza era su padre y cuando fallece Omar se derrumbó emocionalmente. Dice que él tomaba un vino y decía “yo me voy a ir con mi padre”. Cuando perdió sus hermanos mayores, se vía triste, pero con su padre fue lo último.
Ramón cree que todos nacemos con fecha en la que nos tenemos que ir. Franco asiste a lo que dice su tío Ramón diciendo “Yo he visto a muchos de los que se juntaban con mi viejo a tomar y vos lo ves hoy, y andan de 10 y vos decís…justo a él… le tocó a mi padre.
Soledad cree que podrían haber existido mejores modos para ayudarlo. Un buen psicólogo, un psiquiatra. Solamente que ellos tenían una mutual de mierda. Un sueldo de mierda. A ellos no les permitía avanzar nunca, eran muchos los chicos. Recuerda que cuando él estaba enfermo lo llevó al hospital militar de Córdoba y lo atendieron en psiquiatría donde le dijeron: “La única que queda es internarlo. Nunca me voy a olvidar, él estaba sentado al lado mío, me agarraba la rodilla y me apretaba y me miraba como un niño cuando tiene miedo. Acá la única que puede decidir sobre él, es usted, porque él está muy enfermo. El me miraba con esa mirada como diciendo no me dejes, no me internes, no firmes”. Yo no podía decidir porque además sentía que debía hacerlo conjuntamente con sus hijos y hermanos. El tratamiento requería internar a Omar durante tres meses sin que la familia lo puede ver y medicarlo. Lapso crítico, donde se los sostendría atado, dopado y con pañales. Ella decide no hacerlo porque a ella no le hubiera gustado pasar por esa situación. Entonces, le dijo a los médicos que lo iba a pensar.
Subieron al taxi y ella le dijo a Omar: “no tengas miedo porque yo no voy a firmar nada. No te voy a internar, pero vos tenés que poner de tu voluntad”. Asegura que no había mucha forma de ayudarlo porque él no se dejaba. Hacía tratamientos, lo medicaban. Y “apenas él tenía un clarito”, volvía a tomar. Entonces tenían que suspender la medicación porque era contraproducente si él tomaba alcohol. Ella lo dejaba de medicar y a los 10 días le daba otro ataque y así sucesivamente.
Fernanda aporta que ella se debe haber ido de su casa paterna en el año 2006, y a las 6 A.M. él iba a golpearle la puerta, tomaban mate hasta que él le decía “Che negra, te voy a molestar no tendrás $10?”. Y ella le daba, sabiendo que después la iban a regañar. Ella no podía decirle que no.
Soledad nos dice que estaba muy consumido por su adicción, escondía las cajas de vino para que no se las encontraran. “Se desayunaba con alcohol”. Fue empeorando paulatinamente y hasta que llegó un punto que el agua no toleraba, todo vomitaba. Tiritaba de tal modo y lo veía tan mal que le decía a sus hijos “vayan a comprar una caja de vino a su padre”, porque él tomaba un vaso de vino y se componía. Era muy feo verlo, afirma.
Fernanda afirma, que después de todo, era una excelente persona, excelente padre y hermano. Siempre ha estado para ellos. Se reconoce testigo de ello. Dice que en el pueblo fue muy juzgado porque era “el borracho”, pero así haya sido borracho, era su padre. Era más corazón que persona. Dicen tener recuerdos hermosos, todos por igual. Hay otras anécdotas más privadas que atesoran para ellos y respetan.
Cuando Omar fallece, el 12 de marzo del 2011, Soledad viajó desde Córdoba a Mina Clavero para hacer los trámites en Clemic. Javier Zapata lo estaba esperando con todos los veteranos y el Intendente, en el Consejo Deliberante, lugar donde lo velaron un par de horas, antes de llevarlo al campo. Dice que Javier era quien organizaba todo y que lamenta que haya renunciado a la dirigencia de veteranos porque fue la persona que siempre les informaba sobre todo y los tenía muy presentes.
Admiten no saber muchas, necesitar asesoramiento. Desconocen si Omar hizo los trámites que están reclamando hoy los veteranos. Señala que para cobrar la pensión de veteranos de guerra, debió renunciar a la de los 7 hijos. Tuvo que optar y eligió quedarse con la de él, porque tenían la mutual. Soledad dice ser diabética, tener problemas de presión y desconocer si funciona el PAMI.
Quisieron integrar el grupo de veteranos, en representación de Omar, y no les han permitido, pero las integraron a un grupo de veteranos de todo el Valle y algunas otras localidades como Carlos Paz. Agradecen estar informados, al menos, sobre algunos temas.
Soledad dice que cada 02 de abril, se hace la vigilia, se canta el Himno Nacional Argentino y se va al Museo de municiones de Mina Clavero. Desea que en valle de Traslasierra se recuerde a los veteranos no solamente ese día, que se los reconozca siempre héroes sería un orgullo para ellos y sus familias. Además desea que los que están vivos reciban ayuda.
Fernanda nos cuenta que su marido tuvo la oportunidad de ir con Radicci –director del Museo de municiones de M. Clavero- al sur a buscar objetos para el museo y dice que él le decía que ese lugar, despierta muchas emociones. Se ponían a pensar que si bien hay muchos reconocimientos, eran chicos de 18 años que no estaban preparados para eso. Como mi padre que había vivido toda la vida en el campo, otra crianza. El marido trajo una munición y pensaban como tan chicos manejaban esas armas.
Finalmente nos cuentan que la bandera que desplegaron para recibirnos, es la que les dieron cuando el falleció y le hicieron imprimir las islas Malvinas y la leyenda, con un veterano de la provincia de San Luis.
Entrevista realizada por: María Cecilia Pérez
Fotografía y videos: Dolores de Torres