Ramón Alberto Gallardo

Ramón Alberto Gallardo, nació el 29/11/1963, en Villa dolores, donde reside ahora

Era clase 63, hizo la colimba en Comodoro Rivadavia, en la Compañía de Comunicaciones 9. Cuando le llegó la citación para hacer el servicio militar, los llevaron en avión-desde Córdoba a Comodoro-en un Boing 707, todos sentados. Eran días de lluvia cuando llegaron a destino, les dieron la ropa y al otro día ya fueron a un campo de entrenamiento. Allí estuvieron entrenando durante tres meses. A los otros soldados más antiguos les llamaba la atención el nivel de entrenamiento que estaban recibiendo. Cuando vuelven al Regimiento, les advierten que van a salir de franco los soldados que eran del lugar. Un compañero lo invitó a su casa para que pudiera salir, pero como salieron en distinto horario se desencontraron y él quedó solo, deambulando por la ciudad.

Al otro día, en la fila, les dicen que “Hemos recuperado las Malvinas”. Como Ramon tiene solo hecho el nivel primario de la escuela, no sabía donde quedaba Malvinas ni qué problema teníamos con los ingleses. Le preguntó a otro soldado, que le explicó. En la Compañía eran unos ciento noventa soldados, unos treinta soldados eran comunicantes, otros cocineros, zapateros. El oficio de comunicación lo aprendió ahí y cuando pidieron voluntarios para ir a Malvinas, él levantó la mano. Otro soldado de apellido Merlo-de San José de la Quintana- se propuso con él. Les dieron la ropa de abrigo para viajar.

Un camión los llevó al aeropuerto a la mañana siguiente y allí esperaron hasta las 5 de la tarde. Se les acercó un teniente a preguntarles qué esperaban, mientras habían visto salir a varios aviones que iban y volvían con soldados. Ese oficial dispuso que fueran en el último viaje de un Hércules que estaba lleno de balas. Solo ellos dos viajaron. Llevaban un baúl con cajas de radio, porque ellos eran comunicantes. Es decir-radio operadores-.

 Llegaron a Puerto Argentino y reconocieron a un Teniente Primero que conocían. Su función en las islas era el tendido de cables. Llevaban en la espalda bovinas de cable, como una mochila y mientras caminaban desarrollaban el cable por el suelo. Otros debían conectar esos cables.

Su situación era buena en cuanto a alimentación porque estaban en contacto con un cocinero de la misma compañía en Comodoro Rivadavia. Dormían en lo que había sido la municipalidad de ese lugar, con piso con alfombras y agua caliente. Había cerca un galpón con alimentos y nunca sufrieron falta de comida.

 Mientras estuvo en las islas tenía un Fal, que limpiaban con aceite cada noche, pero al otro día ya estaba nuevamente herrumbrado. Estaba dura y no servia para usarla.

Volvió al continente nuevamente en un Hércules, al mismo regimiento. Ya no les exigieron mayores entrenamientos. Eso fue para los seis que estaban en comunicación. Estuvieron unos quince días en las islas, haciendo ese trabajo. Después fueron reemplazados por infantes de marina. Alcanzaron a advertir la desesperación de los soldados porque pasaban frio y se les oscurecían los pies, por no sacarse los borceguíes y tenerlos humedecidos.

Recuerda que algunos soldados que volvían después de la guerra al regimiento eran alimentados y cuidados para recuperarlos del estado que traían. A la noche se oía cómo gritaban y lloraban

Regresó a su regimiento y cumplió con el servicio militar hasta que le dieron la baja. Cuando termina la guerra le dan de licencia. Los trajo un avión hasta Cba. Allí había muchas madres que esperaban en las inmediaciones y les preguntaban nombrando a soldados, si los conocían, si los habían visto.  Madres que lloraban y preguntaban.

La baja se la otorgaron dentro de las ultimas dadas ese año. Se vino en un colectivo, pero se bajó en Santa Rosa de La Pampa y siguió a dedo. Desde Córdoba llegó en colectivo. Su padre tenía como herencia una escopeta y la vendió para comprar una vaquillona para festejar su regreso. Ramón lo vio muy delgado, fruto de la incertidumbre que vivenciaron muchos padres con sus hijos en la guerra.

Buscó trabajo cuando volvió a Villa Dolores y fue mozo de bares casi toda su vida.  

Hace unos años tuvo una sesión donde los entrevistaron dos psiquiatras y tres psicólogos en Córdoba. Después de escucharlo le dijeron “Vaya, Ud. está bien”. Ese día había unos setenta veteranos que esperaban ser evaluados. Ramón nos cuenta que se siente bien.

Entrevista: Mary Luque

Fotografía: Daniel Murua.

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