Arturo Raúl Manzone. Veterano de Guerra. Destructor Misilístico ARA “HÉRCULES”
Arturo Raúl Manzone oriundo de Villa Dolores, Córdoba, nació el 25 de mayo de 1961 en el seno de una familia agricultora, descendiente de italianos que vinieron a nuestra patria huyendo de la guerra y a pesar de ello, su abuelo participó de ella en el conflicto con los turcos en 1812. Hoy se encuentra radicado en Villa de las Rosas en el paraje El Valle, tierra que vio nacer a su padre.
Desarrolló su primera etapa de vida entre tareas agrarias y estudios en la Escuela Primaria “Manuel Belgrano”, luego en la Escuela Técnica “ENET N°1”, de donde egresó como Técnico Mecánico en Máquinas Herramientas. Este título le permitió ingresar a la Armada Argentina en el Curso de Cabos Primeros No Tradicionales, que se había abierto en el año 1980 con el objetivo de incorporar personal ya instruido técnicamente para tripular las nuevas naves que se incorporan a la Flota de Mar.
Así es como el 9 de febrero de 1981 ingresó a la Escuela de Armas de la Armada egresando como Cabo Primero Mecánico en Sistemas de Armas Artilleros y siendo destinado en el mes de noviembre de ese mismo año al Buque de Guerra A.R.A. HERCULES (D1), Destructor Misilístico Tipo 42. Su función fue la de mecánico del cañón Vickers 4.5″/55 Mk8 automático, arma de defensa anti superficie principal del buque. De esta manera, Arturo, con solo 20 años de edad, era dotación permanente de un buque de guerra de la Armada Argentina. Es así como, ya siendo parte de la dotación del buque, participaba de todas las acciones de éste.
De esta manera, nos relata el comienzo de aquellos sucesos de Malvinas:
“Desde el 16 de marzo el buque se encontraba haciendo ejercicios anti submarinos y de superficie con otras unidades de la flota de mar en la zona de Mar del Plata, cuando se ordena retornar a la Base Naval Puerto Belgrano unos dos días antes de lo previsto, de manera que el 26 de marzo tomamos puerto. Esto fue recibido con beneplácito por la tripulación, ya que siempre que se sale a navegar uno está ansioso del retorno a casa. Pero esta vez algo diferente ocurrió y es que entramos directamente al muelle de combustible y no al muelle de amarre natural que se toma después de regresar de una navegación. También fue diferente porque se tomó puerto sin demoras y sin asistencia de remolcadores en una maniobra muy difícil. Estas eran como señales de que algo estaba ocurriendo. Se nos dio franco con órdenes de regreso al día siguiente para zarpar. Todos empezamos a sospechar que iríamos a Ushuaia, navegación siempre deseada, por lo cual el franco fue con ansias de volver pronto; así es que fuimos a aprovisionarse de elementos de aseo y golosinas que es lo que comúnmente se lleva para navegaciones largas. Pero hasta el momento, no sospechábamos ni cerca de la situación que estaba en curso. Esto habla de la cautela, del secreto con se manejó la información. Tan así es, que se dice que solo los comandantes sabían de la operación naval de toma de las Malvinas. Los segundos comandantes se enteraron ya a bordo y navegando rumbo al Sur. Lógicamente, las tripulaciones de igual manera”.
Recuerda Arturo que el domingo 28 de marzo por la mañana zarparon de Puerto Belgrano: recuerdo que era domingo porque no es habitual zarpar en fin de semana ni menos llamar a formación un sábado por la tarde. Navegamos hasta el “Rincón”, área naval restringida. Allí fondeamos junto con el resto de la flota que zarpó ese día del Puerto. Luego, el Segundo Comandante llamó a formación a toda la tripulación y con una arenga explicó la misión que teníamos, a dónde nos dirigimos y a quién nos enfrentamos.
Teatro de Operaciones Malvinas: TOM
Operativo: OPERACION ROSARIO
Misión: RECUPERAR LAS ISLAS MALVINAS.
Luego retomamos la navegación rumbo a Malvinas. Nosotros navegamos acompañando al Buque Desembarco de Tropa ARA “CABO SAN ANTONIO” que llevaba a bordo todos los pertrechos y tropa de Infantería de Marina, por lo cual estaba a plena carga y por ende navegaba a muy baja velocidad, solo 7 nudos (13 km por hora) … Recuerdo que al cruzar el golfo San Jorge nos encontramos con un “Pesto” singular que, por la escasa velocidad, el buque se movía despiadadamente. Para ir a tomar guardia tenía que hacerlo gateando y al intentar subir o bajar las escaleras era con movimientos extremadamente cuidadosos por el peligro que conlleva tratar de hacerlo cuando el buque está cabeceando enloquecidamente en un “Mar 8”. Esta inclemencia del mar hizo que se perdieran vehículos amarrados en la cubierta del Cabo San Antonio.
Desde esa arenga que nos puso en conocimiento de la realidad, nuestras vidas en el cotidiano de un buque cambiaron drásticamente, no por saber el motivo de esta navegación, eso no lo pensabas todavía ya que no lo podías razonar como tal, sino que teníamos pocos momentos de ocio como para enroscarnos en nuestros pensamientos ya que comenzaron los ejercicios de abandono y combate. Se repetían diariamente y entre ellos y la guardia que cubrías terminas tan cansado que ni hambre tenías.
El ejercicio de abandono se realizaba para tener grabado el camino a recorrer, en caso de tener que abandonar el buque, hacerlo en el menor tiempo posible y a ciegas hasta las cubiertas exteriores, donde se encuentran las balsas salvavidas y además acudir a tu balsa asignada, no a cualquier balsa. Una situación de abandono es porque le dieron al barco un torpedazo o un misilazo y lo primero que ocurre luego de la explosión es la afectación de todos los sistemas eléctricos y electrónicos; por lo tanto, te quedas sin luz, sin comunicación y sin ventilación. Inevitablemente ante un siniestro, el caos que se genera lleva a momentos de gran tensión y pánico, por lo cual tenés que poder actuar como autómata para escapar desde las cubiertas inferiores. Mi puesto de combate estaba en la segunda cubierta inferior y mi balsa en la primera cubierta superior. El buque tiene una cubierta principal, cubiertas superiores y cubiertas inferiores. Estas, las inferiores, se encuentran totalmente aisladas al exterior. Cubiertas abajo hay una llamada ciudadela que recorre todo el buque como un anillo que es el nexo entre cada compartimento y las cubiertas que están por debajo y por arriba de ella. En navegación todo el personal se encuentra en el interior del buque y se mueve de un lugar a otro a través de la ciudadela.
El ejercicio de combate se realiza para cubrir en el menor tiempo posible ese rol. Cada tripulante tiene uno y solo un puesto de combate. No hay dos hombres para ese puesto, por lo tanto es vital poder cubrirlo además cuando se ordena este Rol, la sección Control Averías se encarga en determinado tiempo, de poner el buque estanco, es decir se cierran todas las portas interiores que separan cada compartimento del buque para evitar que en caso de siniestro o sea ser dañado desde el exterior y se produzca un rumbo en el casco lo que ocasiona ingreso de agua, solo se inunde ese sector y no afecte al resto del buque; de esta manera se garantiza que no se afecten los demás compartimentos y que el buque pueda seguir navegando y eventualmente no se hunda por el ingreso de agua de mar. Este tiempo de cubrimiento del Rol no es más que de dos a tres minutos; luego ya no se puede pasar y te quedás en donde se te cierre la porta y consecuentemente tu puesto no se cubre y algo no va a funcionar por tu ausencia. Por eso es de suma importancia tener perfectamente aceitado este proceso de cubrimiento desde que suena la sirena de combate hasta que llegas a tu puesto, sea donde sea que te encuentres: durmiendo, el baño, comiendo, etc. A cada lugar que ibas lo hacías listo para cubrir el puesto de combate y abandonar el buque. El estar listo significaba que estaba vestido, abrigado, con salvavidas y con un bagaje de abandono (especie de atadito en el llevabas una muda de ropa, un abrigo y alguna pertenencia. Debía ser lo más chico posible y protegido del agua, porque con él debías pasar por los sitios de escape entre cubiertas).
Así, entre las actividades descriptas se desarrolló la travesía hasta Malvinas, la cual duró 4 días, uno más de lo previsto por la inclemencia del mar.
Ya en inmediaciones de la zona se ordenó cubrir Crucero de Guerra (rol previo al de Combate), tipo 04:00 de la madrugada del 02 de abril. El mar seguía inclemente, de pronto fue amainando hasta quedar un mar tranquilo, con mucha calma. Una de mis funciones era poner el cañón en condición de operación, lo cual significaba hacer algunas maniobras dentro del mismo, saliendo de la ciudadela hacia el exterior para poder entrar en el cañón que se encuentra en proa sobre la cubierta principal. En ese momento, todavía con mar embravecido, tuve que salir a oscuras (estábamos en rol de combate por lo tanto navegando en sigilosa o sea totalmente en silencio y a oscuras) y atado con una soga a la cintura y a la baranda guardavida. La cubierta mojada y resbaladiza, se movía violentamente, hacía mucho frío y el viento era intenso; me desplacé casi gateando hasta poder asirme de los pasamanos del cañón y así poder ingresar. Luego de realizar la tarea y dejando todo listo para que el cañón opere totalmente por automático, salí del mismo y al pisar la cubierta me resbalé y me deslicé hasta quedar agarrado con las manos a los cabos y parante de la barandilla. De haber caído, la soga me hubiera salvado de perderme en el mar. En esa circunstancia recuerdo ver el lucerío de Puerto Argentino que me recordó en forma instantánea el lucerio de los pueblos de las sierras que se dejan ver en sus faldones durante las noches.
Ya a partir del impasse que da el mar cuando está en calma y con todos los sistemas listos y reunidos en el Cuarto Control Cañón, estábamos expectantes, ya que sabíamos que la incursión de nuestros Comandos Tácticos estaba en curso. Luego sonó la indicación sonora que indicaba “Cubrir rol de Combate”, ese sonido te cambiaba la vida, era como un interruptor que se accionaba. A partir de ahí, ya no sentías ni pensabas en nada más que cumplir con tu función. La adrenalina que generaba te hacía subir las escaleras de un solo envión y bajarlas como si no estuvieran y en tu puesto estar atento solo a tus mecanismos y esperando órdenes específicas sobre tu función. Así estuvimos no sé cuántas horas hasta que por fin se ordena “cargar tiro de combate”. Primera pitada, tiros en anillo de carga; segunda pitada, tiro espoleteado y atacado (significa que fue introducido en la recámara del cañón, ya no se puede volver atrás). Máxima tensión esperando tercera pitada (orden de fuego). Esta nunca llegó, sino que en su lugar se escuchó “Alto el Fuego”. En ese momento el gobernador inglés se rendía y era depuesto. Se habían recuperado las Islas, acto refrendado con el izamiento del pabellón Nacional, nuestra azul y blanca, nuestra querida enseña patria ondeaba nuevamente en su “Perla Austral” después de 149 años de usurpación británica.
¿Qué había sucedido? La orden de carga de combate fue debido a que en el faro de Puerto Argentino había francotiradores ingleses que estaban disparando con armas de alto calibre a un avión Hércules de la FAA que transportaba tropa y pertrechos, el cual se estaba quedando sin combustible, sin poder tomar pista; por eso se nos ordenó entonces batir el faro.
Se pasa a condición de “Crucero de Guerra” y continuamos navegando en el estrecho de San Carlos enfrente a Puerto Argentino haciendo de respaldo al A.R.A Cabo San Antonio para que desembarque la fuerza de Infantería de Marina, sus pertrechos y vehículos. Continuamos en esa situación hasta horas de la tarde en que se nos ordena replegarnos hacia el continente.
Paralelamente teníamos una situación a bordo que era el tiro de combate todavía cargado en recámara. Había dos opciones, disparar o intentar sacarlo, pero algo se debía hacer, ya que un tiro de combate espoletaeado no puede permanecer alojado en el cañón por el riesgo que conlleva. En realidad, no puede estar alojado en el buque. Se opta por sacarlo, tarea que recae en mí, ya que era el encargado de mantenimiento del cañón y por ende el que más empapado está con las maniobras. Se realizaron estas y se pudo sacar el tiro (21 Kg de peso y 113 mm de diámetro) sin inconvenientes, por gracia de Dios, ayuda de los ángeles custodios y Santa Bárbara, ya que en la maniobra podría haberse roto el culote del tiro bajo la acción de los extractores al accionar el cierre, porque el tiro está clavado en la recamara por medio del aro de forzamiento que hace las veces de obturador de gases para evitar que los mismos salgan para atrás y así darle al proyectil toda la fuerza posible de la deflagración de la pólvora. Es así que lo retiró del brazo de carga (me encontraba solo en la maniobra ya que estaba la remota posibilidad de que estallara y de esta manera, habría una sola baja). Esto lo pienso y comento ahora y veo la gravedad del asunto; en ese momento uno actúa sin pensar el riesgo ya que alguien debía hacerlo y estás en tu trabajo, en tu especialidad que conlleva alto grado de peligro. Haciendo mías las palabras de un Jefe que decía: “La vida naval es una profesión de riesgo”, ya lo creo. Quizás si pensás todo lo que vas a hacer, no te moverías de donde estás, menos te subirías a un barco de guerra en donde primero tenés que salvarte de la propia acción y luego del mar. Continuando con el relato del tiro, luego de retirarlo lo apoyó en un chinguillo y maniobró para poder bajarlo del cañón a cubierta, lo llevó a proa del buque, en el escobén, en donde lo dejó asegurado a “son de mar”. Este lugar era el más apropiado ya que si explotaba el buque sufriría menos daño y podría seguir navegando, aunque volara la proa. En este lugar permaneció hasta que estuvimos en zona segura allí lo fondeamos, el mar se encargaría de él ya que una vez que entra en contacto con el agua salada se inhabilitan todos los mecanismos de la espoleta.
Se continuó navegando en la zona entre Malvinas y Comodoro Rivadavia hasta que se ordenó regresar a Puerto Belgrano, permaneciendo allí desde el 05 hasta el 11 de abril. Paralelamente se realizaban acciones diplomáticas. El 07 de abril ya se sabe que Gran Bretaña moviliza su flota hacia el sur argentino. El Consejo de las Naciones Unidas promulgó una resolución que va en contra de los intereses de Argentina que es apoyada por la mayoría de los países de Europa y Japón. Rusia, China, España entre otros se abstienen. Apoyo incondicional de Perú luego se suma Nicaragua y Rusia.
Es así como por esta situación diplomática y contexto internacional de apoyo y contras, es que el plan original de recuperación de Malvinas pierde el rumbo y de haberse pensado en una toma incruenta de las islas, pasa a un plano de hostilidades y el teatro de operaciones cambia. Se crea, en lugar del TOM, el TOAS que dura hasta el 14 de junio. Este teatro de operaciones es más extenso ya que se ve afectada toda la zona sur desde Malvinas e Islas Georgias y Sándwich del Sur hasta el sur del continente.
El mando militar argentino convoca las tropas de reserva y la flota se hace a la mar nuevamente con otra configuración. El 16 de abril zarpamos conjuntamente con el Portaaviones 25 de mayo, el destructor Py y la Corbeta Granville como conjunto operativo. Y el resto de la flota en otras configuraciones y objetivos.
El objetivo de nuestro buque era darle protección al Portaaviones, nuestro buque insignia. Esta designación de buques no era caprichosa, sino que obedecía a las bondades de cada una de las naves. El Py tenía el mejor sonar de la flota, protección antisubmarina. La Granville fue artillada con Ametralladoras Antiaéreas y Misiles Exocet MM 38 antisuperficie. Lanzador triple de torpedos; protección antiaérea y antisubmarina y antisuperficie. Nosotros con Misiles antiaéreos Sea Dart, Misiles Exocet MM38, Lanzadores triples de torpedos, señuelos antisubmarinos, cargas de profundidad y gran velocidad de desplazamiento mediante las Turbinas Olimpus que podían desarrollar más de 30 nudos. Todo lo mencionado era necesario para defender la actividad del Portaaviones y sus unidades.
Ya para esa época se temía la presencia de submarinos nucleares. Tan es así que el 2 de mayo el submarino atómico Conqueror torpedea y hunde el Crucero General Belgrano en el que perecen 323 hombres. Este ataque artero al crucero evidencia la calaña de gente que es el inglés que ataca a unidades que se encuentran fuera de la zona de exclusión de 200 millas náuticas determinada por ellos mismos. Se encontraba a 300 millas náuticas de Malvinas con rumbo al continente.
El verdadero objetivo de la Royal Navy era el Portaaviones, buque insignia, pero como no lo encontraban, decidieron hundir el más indefenso. Y fueron a buscarlo donde estaban desprevenidos. Seguramente estaba navegando en navegación normal ya estaban fuera de la zona de conflicto, por lo que no se cubría crucero de guerra, esto significa que estaban las portas abiertas o sea no había condición estanca por lo que el buque al recibir el segundo torpedo que le borró completamente la proa, 30 mts de buque ausentes hicieron que se llene rápidamente de agua el resto de los 150 mts de barco, lo que provocó que se hundiera tan rápido; en menos de 4 horas el CRUBE, como se lo llamaba coloquialmente, había desaparecido en las profundidades del océano.
Esta realidad nos tocó profundamente en el ánimo y la incertidumbre del minuto por venir nos afectaba y se traslucía en los semblantes de los compañeros. A los 2 días de este hecho escuchamos por radio Caracol, la única que se podía captar a bordo, noticias de que nuestro buque también había sido hundido. Era la guerra psicológica que realizaban los ingleses y hermanos sudamericanos se encargaban de difundir. Pero para nuestro ser en medio del océano afectaba la psiquis. Al día siguiente tenemos una alerta de contacto submarino captado por el Py con el cual se cubre combate y se realiza la formación de defensa del Portaaviones. Esta toma rumbo a la costa y nosotros efectuamos maniobras antisubmarinas. No recuerdo cuanto tiempo estuvimos en esta situación, pero el corolario fue que se evidenció que el portaaviones era obsoleto en las condiciones imperantes al ser un blanco perseguido por los submarinos ingleses y además ponía en riesgo a tres buques más. Esta fue su última navegación. Entró a puerto y todas las aeronaves fueron enviadas a Río Grande.
A partir de entonces, continuamos navegando en cercanías de la costa evadiendo el posible accionar de los submarinos.
El combate en el mar dado por la Fuerza Aérea y la Fuerza Aeronaval era arduo, al igual que el dado en tierra por el Ejército y la Infantería de Marina. Las naves de la Flota de Mar permanecemos en formación esperando órdenes de ataque que nunca llegaron. Nuestro comandante quería salir sobre las 200 millas y cerrarlos desde afuera por el mar, pero no lo autorizaron.
Así se sucedían los días y pasó mi cumple N°21 en Crucero de Guerra, el 25 de mayo. Creo que ni yo me acordé del mismo. Solo hubo un saludo de mi encargado y un brindis con mate y unas galletitas que todos aportamos.
Ya era junio cuando navegando en el Golfo San Jorge, sentimos que el buque trepidaba violentamente; en forma instantánea y por un microsegundo esperamos la explosión, todos asumimos que nos habían torpedeado. Gracias a Dios esto no ocurrió. Acto seguido se cubre combate y rol de incendio. Ante este suceso se frenó el buque casi en forma instantánea mandando una turbina TYNE toda atrás, como si a un auto andando a unos 20Km por hora le colocas la marcha atrás de una, le rompes la caja; bueno aquí lo que ocasionó es que se prendiera fuego. Es así como de pronto todo se convirtió en un caos. Luego de unas horas se controló el incendio y se pasó a condición normal con el buque prácticamente parado, al garete. No se sabía que había pasado. Se enviaron buzos de borda a inspeccionar el casco del buque en su obra viva. Se encontró una hélice destrozada. Los buzos inspeccionaron la zona circundante pero no encontraron ningún indicio de roca, banco de arena u otra cosa que haya ocasionado esta avería. Se comenzó a sospechar que le habíamos pasado por arriba a un Submarino que por la poca profundidad no podía operar y como lo habíamos sorprendido en ese lugar, estaba en silencio total para no ser descubierto (los submarinos nucleares necesitan determinada profundidad para poder posicionarse y lanzar sus torpedos). Con el tiempo se supo que había aparecido en la base naval de Devonport uno de los submarinos, el HMS Onyx con toda la vela destrozada. Esto nunca se dio a conocer oficialmente por los británicos.
Nuestro buque había quedado con el 50% de la propulsión, hubo que tomar Puerto para reparaciones. Es así que el 7 de junio entramos a Puerto Belgrano directamente a dique seco. Las tareas de reparaciones duraron una semana. Nos dieron Franco y pude viajar a casa ese fin de semana. Solo estuve dos días y el lunes 14 ya estaba a bordo nuevamente. Todavía el buque estaba en dique seco concluyendo el cambio de hélice. Es así como ya no zarparía debido a que el 16 de junio se da por terminada la contienda con la rendición de nuestras fuerzas.
Recién volvemos a la mar a realizar pruebas de máquinas el 29 y 30 de julio. Luego navegamos 11 días en agosto y 11 días en septiembre.
De esta manera había pasado prácticamente el año 1982, una guerra había quedado atrás y la vida continuaba con decisiones a tomar para afrontar un futuro incierto ya que por parte de la familia quería que vuelva a casa y yo amaba lo que hacía, la vida a bordo, pero también quería estudiar y crecer intelectualmente. Es así que me enteré de que la Armada ofrecía becas para estudios superiores, la solicité ya que reunía las condiciones y en el mes de diciembre me sale pase a la Dirección de Educación Naval en Bs. As. para iniciar el curso de preparación para rendir el examen de ingreso a Ingeniería. Después de rendir y aprobar ingresé al Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA) en la Facultad de Ingeniería, en febrero de 1983.
Cursé dos años “Ingeniería en Armas” y a principios del 1985 fui enviado de pase a la Base Naval Puerto Belgrano.
Tuve que cortar los estudios tempranamente por razones económicas ya que con advenimiento de la democracia el estado retiró todo beneficio para los militares y entre estos nos fue quitada la beca. Sin ella era imposible mantenerse en Bs. As. estudiando, con el sueldo de un Cabo Primero. Es así que tuve que solicitar la separación de curso.
Ya instalado en Bahía Blanca y prestando servicios en el Taller de Armas en la Base Naval Puerto Belgrano, Base Principal de la Armada, retomé los estudios en la Universidad Tecnológica Nacional Facultad Regional Bahía Blanca (UTN FRBB), recibiendome de Ingeniero en Construcciones, luego en Ingeniero Civil con un postgrado en Ingeniería Laboral.
Con estos títulos de grado fui incorporado a la Armada como profesional en el cuadro de personal superior, egresado del Curso de Integración Naval en el año 2000 como Teniente de Fragata. Desde entonces me dediqué al trabajo profesional en la Armada en la Dirección de Infraestructura. Participé como Ingeniero Inspector de Obra en la construcción de la Nueva Escuela de Suboficiales que reemplazaría a la Escuela de Mecánica de la Armada. Luego fui Jefe de producción en Instalaciones Fijas de la BNPB, teniendo a cargo el mantenimiento de la infraestructura de la base Naval Puerto Belgrano. También me desempeñé como jefe de mantenimiento de la Base Naval Orcadas en la Antártida durante el periodo de reparaciones 1984-1985. Por fin terminé mis servicios en la Armada en la Escuela de Suboficiales como Jefe del Departamento Mantenimiento. Así, después de 39 años de servicio ininterrumpidos, me retiro como Capitán de Fragata y vuelvo a Traslasierra para sentar mi morada en el paraje El Valle, del pueblo de Villa de las Rosas, Córdoba.
En toda esta escueta historia de vida de servicio en la Armada, puedo afirmar que de Malvinas se habló muy poco. Recién en el año 2014 fui invitado junto a los VGM (Veteranos de la Guerra de Malvinas) con asiento en la zona a participar de un desfile por el aniversario de la ciudad de Bahía Blanca, en el cual nos hicieron desfilar después de los autos de colección y de la montada de la Policía. ¡Nos humillaron! Terminamos el desfile con el uniforme lleno de estiércol, a la miseria. Nunca más volví a desfilar en el medio civil. Después, en el año 2016 fui invitado por primera vez como VGM por una autoridad militar, mi director, a acompañarlo a hacer una ofrenda floral en un 2 de abril. Estuve 11 años prestando servicios en una Escuela de la Armada y nunca se me convocó como VGM a dar una charla o a contar mi experiencia sobre Malvinas.
En la vida Universitaria estuve como estudiante, profesor y miembro del Consejo Académico. Participé en ella por más de 15 años, no tengo memoria de que alguna vez se haya hablado del tema Malvinas.
Como corolario de este rememorar una vida en pocas páginas, puedo resumirlo en dos momentos y sentir. El primero durante el conflicto:
Me queda el sabor de la adrenalina de cubrir el puesto de combate en el cual todo queda en segundo plano y solo importa tu actividad en tu puesto. En este momento no hay miedo, dolor, recuerdos, ni excusas; sólo vale el cumplimiento del deber. Luego, la pausa de combate donde se aquieta todo por un instante y nos reunimos en el puesto de encuentro con nuestro encargado y los compañeros que regresan de los distintos puestos. En este momento vuelven los recuerdos, el ser humanos, las debilidades, las angustias y siento las palabras y presencia de nuestro encargado que nos contiene y alienta olvidándose de sus propios sentires. Esta es una de las actitudes más despojadas y de caridad que he experimentado en toda mi vida. A veces me lo imagino al Suboficial Carlos Osorio con unos brazos inmensos que nos abraza a todo su grupo cual gallina cubre y protege a sus polluelos y con una sonrisa inconmensurable.
El segundo: Me queda el sabor amargo de que nunca se nos reconoció ni se nos dio un lugar en la sociedad, ni en la propia institución.
Cómo sentir: Creo que en Malvinas quedó el Honor y Orgullo de ser parte de un Arma concebida para defender la patria. Lo hicimos dando el mayor y mejor esfuerzo tanto en lo técnico y funcional como en lo humano y vivencial. En post guerra no fuimos tratados como tal, nos hicieron sentir como “bichos raros”, personal con posibles problemas que había que ocultar.
Pero también hay una certeza y es que fuimos parte de la Historia de nuestro País. Yo, con solo 20 años, di todo lo que tenía en esos 80 días de conflicto sin mezquindades ni especulaciones. Mi vida estaba a disposición de la Patria. Por gracia de Dios no tuve que ofrendarla. Otros sí la entregaron, podría haber sido yo o cualquiera de los que volvieron. Los que quedaron como custodios eternos en el fondo del gélido océano o en la fría turba malvinense son testigos de la gloria y los verdaderos héroes que la historia solo podrá recompensar.
“PROHIBIDO OLVIDAR” ¡Las Malvinas siempre fueron, son y serán Argentinas!
Entrevista: Aylín Pereyra Luque
Fotografía: Andrés Plager